Cuando
uno ha sido siempre un gruñón prácticamente todo tiene una pega, a todas las
cosas se les puede encontrar un fallo, una contraindicación. Todo es un timo,
una ridiculez o una pérdida de tiempo. No es que veamos el vaso medio vacío, a
veces, no tenemos qué verter, ni vemos vaso. Con los años acentuamos, o al
menos en mi caso, esas pequeñas incomodidades cotidianas. Para justificarnos
las llamamos “personalidad”.
En
asuntos políticos o sociales cualquier solución, ya, de partida, no es
perfecta. Todo su arte consiste en sopesar con cordura los pros y contras,
priorizar lo más importante y lo más urgente. Y, sobre todo, tener paciencia.
La estrategia, o mejor, las estrategias tienen que ver mucho con el manejo del
tiempo y con seleccionar los escenarios de lucha.
Entre
tantas voces, decía, emocionado, Amadeo de Saboya en su discurso de abdicación,
es difícil distinguir cuál es la acertada, cuando todos invocan el dulce nombre
de la patria. No me imagino a los políticos en los despachos planeando saquear
el país como se saquean ciertas empresas. Partamos de las buenas intenciones,
que a la larga, podrán mantenerlos en los cargos.
Me
interesa el tema de las ideas y la cultura. Por mucho que las teorías y sobre
todo las propuestas estén cuestionadas y aborrecidas por muchos, creo que las
aportaciones de Marx al respecto son el punto de partida. Simplificando hasta
lo ridículo, podemos establecer que la cultura, como la legislación o incluso
la religiosidad es hija de las condiciones materiales de la existencia. No
vivimos de acuerdo a cómo pensamos, al contrario, tenemos una mentalidad y unos
gustos dependiendo de cómo vivamos. Es una conclusión a la que han llegado, desde
otro punto de vista, los partidarios de la mente corporeizada (emboided mind), que trata de ver en el
uso de metáforas, por ejemplo, la relación con las prácticas corporales. Así
sentimos, así vivimos. El gran Pierre Bourdieu demostró con enormes recursos,
cómo el gusto (sobre cine, sobre música…) dependía en gran manera de la clase
social.
Admitamos
todos los matices que queramos, todas las correcciones y los distintos árboles
que crecen en cada bosque, las personas que, como cometas sin hilos, van a su
aire… Pero, al final, tendremos que conceder un lugar subalterno a la lucha
cultural. Es curioso, pero ni los propios marxistas llegan esta conclusión.
Stalin impuso un estilo artístico “obrero”, que no quería decir otra cosa que
un grosero panfleto propagandista. Y eso no sirvió para hacer que los rusos se
volvieran soviéticos.
Recordando
los tiempos de la transición, de aquella gloriosa transición que antes era
idealizada y ahora está completamente demodé,
caigo en la cuenta del papel tan importante que se le dio a la cultura. Incluso
las izquierdas de la actualidad están enfrascadas en la su defensa.
Personalidades progresistas (aquí se puede leer un sentido peyorativo o no,
dependiendo de quién lea) reprochan al gobierno la subida del IVA, el desprecio
por las manifestaciones artísticas, el ninguneo de las asignaturas de plástica
y música en los nuevos planes educativos… Hay un arte en campaña, paralelo a la
campaña de los artistas. Pero, ¿puede el mundo cambiar a través del arte?
No sé
si la cultura es un buen ariete contra las oligarquías económicas y
financieras, como tampoco sé seguro si el ecologismo tiene el suficiente poder
movilizador radical para cambiar el mundo. Creo que, a menudo, el objetivo se
pierde en el camino. No se atacan las verdaderas causas y todo se convierte en
una pelea de gallos, con mucho alboroto, pero con nulos frutos.
En mis
tiempos de estudiante en Granada, con Luis García Montero como profesor de
Historia de la Literatura en Tercero, me preguntaba cómo el Romanticismo podía
ser el arte nacido de la revolución burguesa, de aquellos que veían un fracaso
para las personas más humildes si todavía no había llegado a España la
revolución. Cómo, me preguntaba, podía ser el modernismo de Rubén Darío un
escapismo de la sociedad orientada al interés si no hubo en España,
prácticamente, sociedad industrializada, ni burguesía. Él sostenía, imagino que
todavía lo sostiene, que el ámbito de las ideas tiene su propia dinámica
autónoma. Simplificar demasiado la dicotomía infraestructura/economía y
superestructura/cultura era falsear y equivocarse en el análisis.
Desde
la cárcel, Gramci, tuvo la suficiente clarividencia para proponer alternativas.
El poder tiene su manera de perpetuarse y, en esta tarea es imprescindible
ofrecer una resistencia organizada. Batallar por poner al descubierto, no sólo
los puntos flacos del adversario, sino sobre todo, la solidez de una
alternativa. La cultura es un frente más, de acuerdo, y es por lo que, semana
tras semana, intento poner en orden mis ideas frente al ordenador y
compartirlas.
Lo que
no estoy seguro es que esto funcione, que sea posible hacer un cambio cultural
o ideológico sin hacer antes un cambio en las condiciones en las que se
desarrolla la vida cotidiana. No sirve de nada hacer declaraciones en contra de
la violencia machista si luego se recortan fondos en los organismos que se
dedican a atender, prevenir o castigar estos asuntos, si se va a dejar sin titularidad
las casas de acogida con la puesta en marcha de la nueva ley de régimen local.
Esto demuestra que se puede implantar una moda en las palabras, que encima lo
hace a duras penas, sin que cambie en lo sustancial. En castellano cabal, obras
son amores…
Quizás
sea por eso por lo que las personalidades artísticas de derechas, los
conservadores, que hay muchos, no suelen participar en la primera fila de los
debates sobre la utilidad del arte en la sociedad actual. Y, sobre todo, eso
explicaría por qué las élites económicas no se preocupan de dar una alternativa
de cultura, les basta con recuperar Cine de Barrio. Se quejan de ver a la saga
de los Bardén, a Wyoming, Alberto Sanjuán o Willy Toledo, por la tele y sólo
necesitan denigrarlos a nivel personal. Saben, creo, que las cosas no van a
cambiar por muchos eslóganes ingeniosos, por mucha crítica social y política en
teatros, novelas o películas. Ningunean esta arena de lucha porque lo importante
está en el nivel de la estructura económica. Al menos es la tristísima impresión
que tengo. Ojalá me equivoque.
No hay comentarios:
Publicar un comentario