José María Moreno Carrascal, Pepe
Moreno, es poeta y traductor, especialista en la poesía de D. H. Lawrence.
Nacido en Huesca, pasó una larga temporada en Rota como profesor, donde tuve el
gusto de conocerlo. Ahora reside en EEUU, ejerciendo de profesor de lengua y
literatura inglesa y de español. El
océano en medio hace referencia a esa condición vital, al ir y venir entre
ambas orillas, que comenzó mucho antes, en la plena juventud el poeta. Poeta
elegante y depurado, “Es cierto, / no sigo modas” sirve de declaración de
principios de alguien que publicó su primer libro de poemas con más de 60 años.
“Dadme
un lector atento,
un único oyente
solo en casa,
en un bar
/… /
Ni seducir con mi
gesto
ni ganas vuestro
voto
–o vuestro
aplauso–
es mi
intención.
/…/
Me basta con
vosotros,
tomados de uno en
uno,
para volver a dar
vida
a los versos
escritos en la página” [Bilingüe en
Filadelfia (Poetry Recital)]
El volumen
está dividido en varias secciones. La primera, ‘Retorno a la palabra’ aborda ambivalencia
de la escritura, “La pluma con la que vuelvo a escribir versos / –instrumento
hoy reservado para la rúbrica / de ejecutivos, banqueros y notarios–“(Retorno a la palabra). La intención que
marca su poesía es que “provoquen el pequeño milagro que te ayuda a vivir” nos
confiesa en Noche de San Miguel (Indian Summer
Night). José María Moreno Carrascal se enfrasca en una duda metódica sobre
el conocimiento y la vida (Mañana lenta
de septiembre), pero especialmente lúcido en Luna residencial[1]:
“Conocer no es vivir”. La desconfianza en el conocimiento y la razón es un tema
que le asalta a menudo. “El pensamiento, / como un camino falso, / nos
confunde” (Impromptus).
El tema del espacio, del viaje
(“Viajas en el tiempo / un lugar cada vez más reducido”, Luna residencial), del paisaje y del océano (“Un océano los une y
los separa”, Tríptico en Cáncer)
señalan algunas de las claves de este poemario. En varias ocasiones recurre a
la técnica de paisaje con figuras, como en Las
identidades de Felipe Benítez Reyes, a quien precisamente dedica Extraño ritual. Otros procedimientos
poéticos, como el que utiliza en Melancolía
y Saturno recuerdan también a un joven Benítez Reyes en su poema sobre la
juventud. El sentido del humor, la socarronería son elementos cada vez más
marcados en la poesía de Pepe Moreno, quien pasa con naturalidad del inglés al
castellano. Por ejemplo: Bilingüe en
filadelfia (Poetry Recital) o en la serie Renryus. En Adivinanza y
elegía (Celebración en Babel) hace un elogio a las lenguas que se pierden. En
su proceso depurativo gusta de recrearse en el haiku y sus variaciones: “Troncos
perdido, / ramas de arce secas. / Muerte fingida” (Winter’s End); “Ritmo en la vida, / una frase de Coltrane. / Como
en poesía.” (Impromptus); “La voz del
otro, / que es la tuya también, / en las palabras” (Impromptus). La tercera tanda de haikus, denominada Senryus, es más irónica y más dolorosa:
“Llevan su nombre / dos centros comerciales / y una cerveza” [Poesía y consumo (Walt Whitman, 2011];
“Un nuevo Zeus / rapta a vieja princesa / en un mall global” (The New Rape of
Europa)
La
tercera parte, ‘Historia y presente’ presenta versos más largos en poemas más
largos. A vueltas con la memoria
(Inventario de posguerra) es un intento de dar color a lo que se supone
fueron los años grises y sin vida. La dureza de la vida de aquellos años es
vista con la perspectiva de la ilusión de comenzar a vivir: “Los piratas y los
indios de película en noches estrelladas de verano”. Una larga enumeración de
los pequeños y grandes momentos:
“Un inventario, en
fin, de secuencias y recuerdos
conforman el guion
invisible de un largo comienzo,
una historia en el
tiempo que, como todas,
fue fruto del azar
–o tal vez de un plan
que la razón no
entiende–, un tiempo que fue tuyo,
y que guardas como
regalo oculto,
un preciado tesoro
a compartir con quien contigo camina
o con el que
gozar, tú solo.” (A vueltas con la
memoria)
Luego continúa
con un poema dedicado a Thomas Jefferson y sus contradicciones: “ilustrado
señor de esclavos” y las contradicciones del turismo y sus smartphones: “La conveniencia del olvido / no oculta la verdad / de
la historia allí vivida, / y en el visitante, / la importuna visión / deja un
rastro extraño / incómoda vergüenza / y de silencio” (Padre de la patria).
Esta parte
tiene un tono a la contra, la memoria histórica, el pasado glorioso, y los
biempensantes postcoloniales y postmodernos, que idealizan, en este caso, la
convivencia de las tres culturas en la iberia medieval, Muy Allan Bloom en El cierre de la mente moderna: “Y uno,
descreído, se pregunta: / ¿Hasta cuándo han de seguir / la endogamia y los
dogmas de las nuevas sectas / anestesiada la razón en la Academia” [(Pensamiento á la mode) Cultural Studies
Lecture]. Alguien que siempre ha pensado a su manera pretende seguir
haciéndolo enfrentándose a las modas. No es de extrañar que lance sus dardos en
tantas direcciones. En la naturaleza muerta (Still Life) sentencia: “nos conforta creer que si nos golpea el
infortunio la mano invisible del dinero –o del Estado– cuidará de nosotros”. Y
con la misma indignación nos trae la tragedia de los migrantes que mueren en el
camino: Ciudad Juárez, Tarifa, Lampedusa.
En el poema
histórico, Lección de Historia (Exilio en
Point Breezze, residencia de José Bonaparte en Nueva Jersey)) se acerca a
los grandes nombres de la historia, a los que prefiere mirar en su intimidad y
fracaso: “Los pequeños y grandes holocaustos que ellos, los privilegiados hijos
del Imperio, dejaban tras de sí / como ofrendas de sangre al nuevo dios de la
Razón” (Lección de Historia). Lo que
Goya pudo decir con el sueño de la razón
produce monstruos.
No sólo
atraviesa su descontento hacia el pasado y sus fantasmas, en ‘Amores virtuales’
presta atención a las nuevas relaciones personales, mediatizadas por lo
digital: “sus ojos grandes. / La luz del ordenador / brilla en el cuarto” (Amor virtual).
No debemos
llevarnos la impresión de ser un poeta áspero, al contrario, hay mucha ternura
en los poemas de José María Moreno: “Hablan sus ojos. / Las palabras se cortan.
/ Océano en medio”, “Un solo un día / y cuatro estaciones. / Piensas en ella” que,
al menos, a mí me recuerda a una deliciosa canción de Crowed House, Four seasons in one day. De la misma
forma que disfruto con el homenaje a Dylan: “la voz desafinada y ebria / de un
poeta viejo / disfrazado de crooner”
(Cheap Thrill).
La última
sección, ‘Extraño ritual’, gira alrededor del arrepentimiento de vivir
insensible, de no ver a quien tienes cerca. Ese fue el pecado y el castigo de Narciso
(Atonement). En cierta forma
podríamos decir que añora la paz de pensamiento, “los inquietos fantasmas del
pensamiento”, la “ataraxia y paz son regalos exclusivos del último momento del
viaje” (El sueño del caballero). La
funesta manía de pensar que acaba con la muerte (“Un sueño profundo que anula
las preguntas”, Sueño animal del hombre).
De ahí la sana envidia de la vida de un jubilado, un Beatus ille updated (La vida
cotidiana). La reflexión serena que esté por encima de las veleidades
posmodernas: “Sólo una incesante exploración, / una búsqueda de la luz oculta /
–es decir, de la verdad– / puede aclarar el viejo dilema” (El viejo dilema). Espejismo,
Volviendo a casa una noche de invierno
o El conocimiento abordan también las
dudas de la verdad, los espejismos de la verdad.
Territorios y edades es un precioso
poema sobre la madurez de alguien que ha sido algo hippy (en la línea de la
última entrega de Julio Herranz): “dosifica las viejas pasiones y les recuerda
/ que todavía hay tiempo y que no es sabio exigir / a unos dioses impasibles
que atiendan siempre nuestros ruegos”. Conformarse y aceptar la vida, más concretamente
en un poema, Aceptación, que en toda
lógica comienza con una cita de Jorge Guillén: “Todo está en paz /… / Todo
parece, en fin, ser parte de un orden invisible”. La madurez, a fin de cuentas,
consiste en darse cuenta de “Un deseo persistente que empieza a ser antiguo” (Metamorfosis del deseo).
“Cuando suave cae
la nieve,
la tarde y el
silencio se hacen transparentes,
como las aguas del
río junto al que paseas.
Y el único sonido
es el del tiempo,
no el que fue o el
que será sino el de ahora,
ese ahora callado
en el que piensas en palabras escritas
que hablarán
de un hombre que camina junto al río mientras cae la nieve” (El poema)
No hay comentarios:
Publicar un comentario