Lo primero que hay que reseñar de este volumen Trazos de sombra es el libro en sí mismo, como objeto. Es una maravilla de tapa dura, con unas fotografías de Óscar García Bárcena que no solo ilustran elocuentemente los relatos, sino que son de una notable belleza por sí mismas. Podríamos decir que son dos libros en uno.
Sol Gómez Arteaga ha aprovechado su puesto como trabajadora social para acercarnos a una serie de situaciones humanas, muy humanas y muy dolientes. Además de colaboradora en periódicos digitales, cuenta en su haber con dos libros de relatos, Los cinco de Trasrey y otros relatos (2012) y El sol a la tinaja y otros cuentos (2017), editados por la Fundación Fermín Carnero. Además, Marciano Sonoro también publica su novela El vuelo de Martín (2020), ilustrada por Carla Lozano. Muchos de estos relatos han ido publicándose en una sección de ese nombre en Tam Tam Press desde febrero de 2017 hasta septiembre de 2019.
La gran baza de Trazos de sombra es su habilidad para situarnos muy rápidamente ante el personaje, sin detenerse en digresiones que no aporten más que literatura a las angustias de seres perdidos ante sí mismos. Solo un conocimiento de los expedientes y de lo que significan para la elección de situaciones donde claramente apreciemos la dolencia. Lo terrible de las situaciones de los protagonistas tiene mucho que ver con que son historias cotidianas que suceden en entornos cotidianos. Las cualidades de narradora tienen que venir basadas en una observación minuciosa, del ojo experto que sabe resaltar lo más relevante y luego, con la imaginación creadora, saber construir el escenario para rápidamente pasar a la acción. Nadie que no preste atención y tenga el oído especializado sería capaz de ponerse en el lugar de los habitantes de estas páginas más allá de la mera novelización de expedientes médicos. En estas líneas hay vida real, hay personas reales y un abismo al que nos asomamos.
Dijo que con la medicación antipsicótica se curaba, pero ella no se fía de la medicación; en el fondo teme que la toma de pastillas la transforme en otra. El doctor le preguntó si antes le había sucedido algo parecido, y ella recordó que una vez, a los pocos días de morir su madre, notó también cosas raras. El anciano sin pierna del sótano la empezó a seguir, quería secuestrarla, y acabó ingresada como ahora. Solo que aquel lugar era horrible, oscuro, lleno de llantos de niños a los que no podía ver. Ella tenía nueve años. Las imágenes que conserva de aquello son muy borrosas. (Año nuevo chino)
Van apareciendo trastornos como los delirios de persecución, tan angustiosos como la depresión severa. Situaciones como el autismo y adicciones, los trastornos que acaban borrando la personalidad como el alzhéimer y los obsesivos compulsivos que parecen abandonar al protagonista en una sola dimensión, la que arrastra su trastorno. Con agilidad narrativa y muchísima expresividad permiten poner voz y visibilidad a muchos que pasan en la sombra por un mundo que les rechaza o del que son apartados.
Abrí la ventana del cuarto y la vi muy quieta, con los ojos abiertos. No me sorprendió porque así había pasado la mayor parte del tiempo en los tres últimos años. Tres años hacía que no salía de la cama, señor juez, tres años desde que se negó a todo. Pero fue la mueca que se desprendía de su boca, a modo de sonrisa que no acababa de formarse, lo que me dio la alarma de que algo raro pasaba, pes en eso gesto, en ese remedo de sonrisa, comprendí de pronto que le había ganado la batalla a la vida. Es duro lo que le voy a decir, pero, antes incluso de que mi señora se quedara postrada en cama sin una causa física que lo justificaba (…), ya no quería segur entre nosotros. No, señor juez, ella no era así, y menos de joven”. (Desfondada)
Es un libro que se hace necesario más allá de su contenido literario por la reivindicación de la necesidad de atención a la salud mental, porque hay mucho sufrimiento, porque nos puede afectar a todos, como pacientes, cuidadores o como acompañantes. Es un trabajo arduo que tiene que bregar con la estigmatización, y precisamente, ver narrados estos desórdenes puede ayudar a comprender desde dentro y evitar la penosa carga de un estereotipo que empobrece la cualidad humana de los pacientes. Cualquiera de los protagonistas es mucho más que su enfermedad, y eso lo vemos en los relatos de Sol Gómez Arteaga.
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