Lo
mismo es por la cuaresma, pero últimamente parece que he decidido martirizarme
a base de meterme en fregados en las redes sociales. Comento noticias, planteo
polémicas, no huyo el debate… Lo mejor para mi estómago. Normalmente encuentro
personas muy amables que expresan su opinión de la manera más razonada posible,
salvo en alguna cosa. En no pocas ocasiones me indigna la desfachatez con la
que se usan argumentos demagógicos y claramente falaces. Me crispa los nervios
la falta de equidad en los juicios. Lo que vale para unos no vale para otros. Y
así llego a los que directamente son ofensivos a la vista.
Cuando
me enfrasqué en la sociología del conocimiento se empezaba con una reflexión
sobre la ideología y la utopía (Mannheim, Ricoeur). Lo primerito que se aprende
es que la ideología es la de los demás. Uno tiene sentido común, los demás
están enturbiados por sus ideologías, a menudo perniciosas, muchas veces
interesadas y siempre equivocadas. Lo tomo como algo consustancial a cualquier
discusión, lo que me preocupa es la descalificación que acarrea. Es duro
asimilar que por tener unas determinadas ideas ya, inmediatamente, tienes que
opinar tal cosa sobre otro asunto. Te meten en el mismo saco que los “…”, con
las mismas fobias y filias. No se discuten argumentos, sino que se aplican
respuestas ya codificadas, aprendidas en los periódicos, en las tertulias, en
las redes sociales.
En
parte, la digitalización de la información ha influido negativamente en el
proceso de deliberación. Podría parecer que una discusión en un foro de
internet, o en un muro de Facebook,
se hace de manera igualitaria, sin presiones externas, al mismo nivel. Un poco
como la utopía comunicativa de Habermas. Pero, en realidad, lo que sucede es
que nos afiliamos a una “secta”, seguimos a los mismos opinadores, compartimos
los mismos memes que los que opinan como nosotros, ignoramos las páginas que
defienden posturas opuestas, de igual forma que sólo vemos unos canales de
televisión y nos fiamos de ciertos periódicos. No utilizamos las
potencialidades de la red para contrastar, sino que insistimos machaconamente
en los errores de los otros, a todas luces irracionales porque nos hemos negado
a escuchar/leer sus puntos de vista.
Por
supuesto que hay personas más coherentes, más tolerantes, más sabias, más informadas.
Son las que animan las conversaciones y te dan puntos de vista interesantes, aunque
no coincidan con los tuyos. Al menos te hacen pensar que las posturas de los
demás tienen algo de cordura.
En esta
semana, además de los tópicos políticos en los que nos comportamos como hooligans de fútbol, han coincidido
varios temas polémicos: la celebración de la mujer trabajadora y la cercanía de
la Semana Santa. Pronto llegará el aniversario de la proclamación de la II
República. Uno de los actos fue un homenaje a las mujeres represaliadas por el
franquismo en la localidad, donde, por cierto, no hubo guerra civil y a fecha
del 19 de julio de 1936 sólo hubo represión por uno de los lados. Leo en la
prensa local que la oposición del PP ha mostrado su desacuerdo con estas
actividades. Según dicen en un comunicado, se ha insistido por parte del
ayuntamiento, en aspectos que separan, en lugar de buscar la unión. Califican
de “sectario” el evento. Imagino que, por el contexto, se refieren a la
reivindicación de la Memoria Histórica. Y me pregunto por qué consideran
sectario reconocer a unas mujeres que fueron represaliadas por actuaciones
completamente dentro de la legalidad, como formar parte de un sindicato, tener
determinadas ideas o estar parejas que eran activistas, como se diría ahora.
Quiero recordar que en la localidad no hubo “terror rojo” y que los 39
asesinados no tenían crímenes a sus espaldas. No sé qué pueden tener en contra
los del PP en homenajear a estas mujeres.
En los
comentarios de las noticias aparecen posturas mucho más combativas en contra de
la Memoria Histórica. Uno de los más típicos es decir que no hay que remover el
pasado, que siempre están con lo de la Guerra Civil, etc., etc. Me gustaría
imaginar qué opinarían estos ciudadanos si dentro de unos años se pidiera
olvidar los crímenes de ETA porque pertenecen al pasado. Por lo visto las
víctimas tienen fecha de caducidad.
La
segunda parte del asunto, y no es la primera vez que me pasa, tiene que ver con
mi profesionalidad. Soy profesor de Ciencias Sociales en un instituto de
secundaria y soy una persona de izquierdas. Como es lógico, no dejo que mis
filias y mis fobias se traduzcan en clase. Y me enorgullezco de tener alumnos
que llegaron a pensar que era de derechas, de izquierdas, hasta de CiU. Creo
que es importante el rigor histórico, más aún cuando tienes delante seres que
se están formando como personas. Defiendo una educación crítica, y por eso
intento que los alumnos tengan sus propias ideas, dotándoles de herramientas
para analizar lo que dicen unos y otros, y así, maduramente decidan.
Por
supuesto que en mi vida fuera de las aulas soy beligerante en muchos asuntos.
Estoy en mi derecho, y si me apuran, en mi obligación. Sin embargo, parece que
tener unas determinadas ideas, me inhabilita para ser neutral. Se asume como
natural que los de izquierdas tratamos arteramente de manipular las mentes de
los más pequeños. Somos, genéticamente, incapaces de ver defectos en los
nuestros y endiosamos a los que se han declarado de izquierdas. Ya saben qué
damos en las clases, cómo explicamos y qué ocultamos. No recuerdo qué cargo del
PP sugería eliminar las facultades de Políticas y Sociología porque eran un
criadero de marxistas.
Se da
la circunstancia de que mis apuntes están colgados con licencia Creative Commons, pero, por supuesto, no
voy a someterme al escrutinio de nadie. Soy un profesional honesto, no necesito
demostrarlo. En cambio, hay quienes proponen en colegios públicos celebrar
procesiones infantiles, ¿no es eso manipular a los más pequeños? Ellos no lo
creen así, creen que lo hacen por tradición, como poner un belén en los centros
públicos. No comprenden que ateos y creyentes en otras religiones nos podamos
sentir no identificados. Los espacios públicos son de todos, no pueden
asociarse a ninguna fe ni ideología. Pero ideología es ser de IU o de Podemos,
aunque no se hable de ello en clase. No es ideología ser conservador,
partidario de las procesiones o contrario al matrimonio homosexual.
La ideología
sólo tenemos los de izquierdas, y tratamos, por todos los medios de convencer a
los demás, siempre con métodos maquiavélicos, como sólo los de izquierda
podemos hacer. Porque el sentido común está con Rajoy, con lo que siempre ha
sido así. Una actividad crítica siempre es sospechosa de ideológica, mientras
que en lo que continúa el estado de las cosas no se aprecia ideología ninguna.
Lo dicho, ideología es la de los demás. Y yo soy muy demás.
Genial artículo y del que comparto tu posicionamiento con lo que las redes sociales han llegado a confundir y alterar la opinión que unos podamos hacernos de otros, y sobre todo, a "atacar" duramente, el posicionamiento tanto político como social. Indudablemente, para mí la derecha, en nuestro país, tiene una ideología, de la misma forma que la tiene la izquierda. En base a ello sus postulados, sus actuaciones se convierten en enfrentamientos, que tienen su caldo de cultivo, en el facebook, en twitter, etc... Hay personas que opinan, razonan el sentido que le dan a su pensamiento, y ello con independencia de su posición política. No por ser de derecha o de izquierdas, una persona es mas razonable que otra. La razón la da el saber, en cada momento, actuar como procede en función de tus ideas, y por supuesto, en defenderlas. Yo, como tú, Javier, también soy bastante beligerante. Evidentemente, ello me ha llegado a enfrentamientos con personas que antes, incluso eran amigas, y que por sencillamente tener una ideología política distinta, `pues han desaparecido de mi vida. Si ellos lo han querido así, lo respeto. No obstante, existe mucho lobo, con piel de cordero, que te mira y sonríe y luego no solo piensa, sino habla de tí, como si hubieras perdido la razón, porque la razón es la suya. Todos estamos en nuestro mas que libre derecho a opinar, y por supuesto, en la obligación de respetar la opinión de los demás; eso sí, vivimos en una sociedad en la que la libertad de expresión es palabra habitual, que no concepto en nuestra mentalidad, y precisamente, esta diferencia, es la que provoca tanto rencor, tanta ferocidad, como nunca se ha conocido. Personas que desean la muerte a otras, en redes sociales, que las amenazan, las insultan. Todo ello no tiene por qué cuestionar la validez de la libertad de expresión, sino la madurez mental del que se ampara en esa libertad para atacar por la espalda.
ResponderEliminarGracias, Rosa, por tus palabras. Por supuesto que izquierda y derecha son ideología. Y eso no es malo. Lo malo es sólo escuchar a los tuyos y catalogar despectivamente a alguien por tener unas determinadas convicciones políticas. Hay bárbaros de todos los colores, y también están los llamados trolls, que atacan al margen de cualquier pensamiento político, por el sólo hecho de hacer daño o de hacerse los divertidos. Los que se creen más inteligentes que los demás, tocados por el halo divino, como si todos los demás estuviéramos equivocados, fuéramos ingenuos hasta la estupidez, y debiéramos recluirnos en nuestras casa, sin opinar, incluso sin trabajar. La libertad de expresión tiene sentido para los que no opinan como tú. El resto son sermones. Y una cosa muy distinta es insultar, atacar, hacer daño.
ResponderEliminarTambién es interesante comprobar cómo los mensajes son aceptados de manera distinta, sean buenos o malos, por unos y por otros.Las reacciones, a veces, son más interesantes que los inicios.
Un saludo, Rosa