Voy a apropiarme del título de Deleuze para mis propósitos,
no hagamos responsable al francés de mis desvaríos y que me perdonen José Luis
Pardo y Luis Castro. Tratar de explicar un fenómeno se basa, esencialmente, en
encontrar un paralelismo más evidente y sencillo para los términos conflictivos.
La cuestión consiste en encontrar cuál es el paralelismo más adecuado. Comparar
cualquier cosa consiste en encontrar las diferencias y las similitudes. Puede
sucedernos que tengamos muy claro que A es completamente diferente a B, pero no
sepamos explicar en qué consiste su diferencia. Por ejemplo, ¿qué diferencia
hay entre un cuaderno y un elefante? A todos nos resulta obvio que son
distintos, pero se nos hace un poco fastidioso expresar con palabras algo tan
evidente. Cuando aventuramos que uno es pequeño y el otro grande, que el
primero es un objeto y el segundo es un animal nos estamos esforzando en
encontrar un punto de comparación. Y por eso decimos que entre dos personas no
hay ni punto de comparación.
Un tema
que se está discutiendo mucho estos días es la maternidad subrogada. Para
defenderla o atacarla se hacen referencia a metáforas que ponen de relieve la
intención que tenemos al respecto. El genio del idioma puede poner en
circulación muchísimas formas de hablar sobre un tema y es el oído de los
hablantes el que se apropia solo de algunas de ellas. Son los hablantes quienes
realizan la selección. Las metáforas triunfadoras, además de tener detrás, en
ocasiones, una gran corporación de medios de comunicación o institutos de
pensamiento, necesitan tener cierta lógica dentro de la percepción de los
hablantes para seguir su curso, aunque puedan atacar radicalmente la lógica
aristotélica, como pasaba cuando nos decían y repetíamos que vivíamos por
encima de nuestras posibilidades, expresión a todas luces impropia, pero que
cobraba un sentido clarísimo y ejemplarizante.
¿Qué es
la maternidad subrogada? ¿En qué consiste un vientre de alquiler? Gran parte de
nuestra posición al respecto dependerá de cómo definamos el término, a qué
asimilemos la práctica, porque las connotaciones que puedan tener las palabras
se unen a las consecuencias metafóricas de una manera que clausura cualquier
otra interpretación. Para un sector importante de la sociedad cualquier técnica
de reproducción asistida está vedada por definición. Es Dios quien decide a su
arbitrio quien puede y quien no puede tener hijos. El marco interpretativo se
reduce a la negación de “técnica de reproducción asistida”. Esa categoría
identifica de manera suficiente la práctica para que sea rechazada.
Incluso
la clasificación entre “técnica” y “práctica” puede suscitar un debate
intensísimo que tiene consecuencias jurídicas definitivas. Si se considera una
“técnica” podría entrar dentro de la legislación española de reproducción
asistida, pero si es una “práctica” independiente, al no estar reconocida en la
normativa como tal, no podría aprobarse con el ordenamiento jurídico actual.
Considerar, por otra parte, como “técnica” supone, a juicios de muchos,
cosificar a la mujer, considerarla como un mero instrumento de gestación.
Por si
fuera simple la cuestión se mezclan otros vectores en la discusión pública. Por
parte de un sector del feminismo se ofrece una repulsa total a la maternidad
subrogada –un poco más adelante veremos por qué–, esto consigue el rechazo
automático de quienes se consideran antifeministas. En la discusión no se aportan
argumentos sobre la maternidad, sino de descalificación hacia el feminismo.
Hablar
de un “vientre de alquiler” tiene la connotación mercantilista, monetaria. “Alquiler”
sitúa la maternidad en la esfera del dinero que todo lo contamina. “Mi útero no
se alquila”, “Mafia, fuera de mi útero” o “Patriarcado y capital, alianza
criminal” son los eslóganes que sitúan la subrogación en el campo de la
economía. Entran en este marco las referencias al origen social de las mujeres
que gestan, que supuestamente nunca son de clase alta. Se incide también en el
origen social de los futuros padres, porque sólo podrían costearse el
tratamiento las clases más acomodadas, quedando sólo para los caprichos de
quienes pueden permitírselo. Y una referencia a la dominación masculina si los
padres son una pareja de varones homosexuales. De todas formas, numéricamente,
este último caso es el menos representativo. Es evidente el peligro de explotación,
que en este caso es exclusivo hacia las mujeres.
También se argumenta desde esta
posición la identificación de la maternidad con algo más que ser el recipiente.
“No somos vasijas”, se dice. Este juicio de la mujer como simple depositaria de
la semilla, el semen, que no aporta nada específico a la concepción tiene una
tradición enorme dentro de la cultura occidental y del cristianismo en
particular. El rechazo a considerar a las mujeres como vasijas lleva al
rechazo, a su vez, de las maternidades subrogadas. Aquellos que defienden esta
postura saben perfectamente que la mujer en la maternidad subrogada no es
literalmente una vasija, ni un horno, ni que se puedan construir “granjas de
mujeres”, pero esas diferencias les parecen menos significativas que la
identificación con la metáfora.
Yo me considero feminista y
comprendo perfectamente el peligro de explotación de esta práctica. Sin
embargo, creo en el altruismo de las personas, de donantes de sangre, de
óvulos, de riñones… Es decir, planteo la cuestión en el marco de la
identificación con la donación altruista frente a la identificación con el
alquiler económico o la vasija. Veo claras diferencias entre la donación de
sangre, de la que todos podemos formar parte y que no comporta riesgos para la
salud. También veo la diferencia entre una donación de riñón para salvar una
vida de la utilización del vientre ajeno para cumplir el deseo de ser padres.
El campo de batalla entre el
deseo y el derecho radica también en un enfrentamiento entre la diferencia y la
repetición. No todos los deseos tienen que ser derechos. Eso es evidente.
Cualquiera que desee matar a todo el que se ponga por delante tiene que
enfrentarse con el muro de la realidad y la legalidad. No se discute si todos
los deseos deban ser derechos, sino precisamente este de la maternidad.
Diferencia. Todas las técnicas de reproducción asistida, las incluidas en el
sistema nacional de salud y las no incluidas, dan respuesta al deseo de ser
padres, de la misma forma que la vasectomía responde al deseo de no tener
hijos. Repetición. Por poner un ejemplo disparatado, que el deseo de tener un
yate sea solo un capricho que se pueden permitir las clases altas no es
obstáculo para negar los yates. Con esto quiero referirme a la argumentación en
abstracto, no estoy comparando yates con bebés.
Hay de defender indudablemente la
dignidad de las mujeres en cualquier situación, y creo que un sistema de
garantías legales y seguimiento puede disminuir sustancialmente el riesgo que
siempre existe de explotación, que repito, siempre existe en cualquier
contrato. Los casos que, antes de este debate, hemos conocido por los medios
son muy específicos y se ofrecía un perfil muy claro de altruismo. Mujeres de
clase media, con estabilidad material y afectiva, con hijos propios que se
ofrecían para gestar el niño de otra pareja. Podemos imaginar las barreras más
exigentes para salvaguardar que nadie se vea obligado a vender su cuerpo por
necesidad de dinero, aunque es lógico que reciban una compensación económica
para aliviar de alguna manera su esfuerzo y su riesgo. También se puede regular
el negocio por parte de las clínicas y bufetes de abogados que tercian en estos
menesteres.
Algunas detractoras ponen el
ejemplo de las donaciones de óvulos. Dicen que muchas chicas jóvenes recurren a
esta práctica para conseguir dinero para pagarse la matrícula de una
universidad cada vez más elitista. Y probablemente tienen razón, aunque se
conocen otros casos de clínicas que ven aumentadas las donaciones cerca fiestas,
eventos, de la feria y confiesan en las entrevistas que las chicas quieren
conseguir dinero para algunos caprichos. Siendo un tema mucho más delicado y
esencial de la mujer no quiero caer en la banalidad de compararlos con los
trabajos basura a los que están abocados muchos jóvenes para poder seguir
adelante en los estudios o pagarse unos caprichos. No siempre es por necesidad.
Otro marco posible para la
maternidad subrogada es valorar la capacidad de la mujer para usar su cuerpo.
Este argumento puede englobar tanto el aborto como la prostitución. “Nosotras
parimos, nosotras decidimos” puede servir también para reivindicar la
posibilidad, libremente elegida, de servir de instrumento para gestar el bebé
de otra pareja.
Es importante, de todas formas,
considerar serenamente las propuestas y los argumentos, no dejarse ir por los
eslóganes (“hornos humanos”) o por la falsa asepsia que los grupos de intereses
introducen en los eufemismos para los vientres de alquiler. No es fácil decidir
este tema. No es fácil, y gran parte consiste en cuáles son las diferencias que
nos parecen relevantes y cuáles debemos soslayar.
Magnífico artículo, no quedado sin mencionar ninguno de los supuestos, o situaciones que implica la que viene a llamarse maternidad subrogada.
ResponderEliminarEvidentemente, el deseo de ser padres es algo que muchas personas se plantean y no pueden llevarlo a cabo por imposibilidad física, lo que, en cierta medida me llevaría a considerar la posibilidad de acudir a la dicha maternidad subrogada. Pero como todo contrato, porque, en definitiva, son dos partes las que intervienen en la "negociación", y no quiere mostrar frialdad ante la temática, sino que me atengo a una realidad del todo práctica, necesita de una más que especial y rigurosa legislación. Tristemente, en la práctica, no hay escrúpulos para ser donante de óvulos, cuando existe una más que lucrativa compensación económica y que no distingue sectores sociales. Pero, desde mi punto de vista, y voy a más allá de lo que es un óvulo donado y de un vientre de "alquiler" -cual vivienda se tratare- la finalidad de todo este proceso es el nacimiento de un ser humano. Si hasta hace unos años los bebés nacían, ahora los bebés se hacen. Es algo muy difícil de tratar y además hay que contar con el hecho cierto de que solo determinadas personas con recursos suficientes pueden, hoy en día, recurrir a tal práctica. Es mi sincera opinión, si bien supone, también, una forma de selección de lo mejor de la raza humana, pues puesto a elegir, siempre optamos por abundar en escoger aquello que más nos satisfaga en todos los aspectos.
Gracias, Rosa. He intentado ser honesto y ver los argumentos. No están todos porque intentaba ver las caras de una moneda, no agotar el tema, que en tan poco espacio , no se puede, ni tengo capacidad para ello. Es una cuestión difícil, y no sólo se trata de parejas gays o ricas. Si nos lo proponemos, puede ser algo mucho más bonito que la mera mercantilización de la maternidad.
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