domingo, 9 de octubre de 2022

Ritos de masculinidad


Cuando hablamos sobre ritos de masculinidad inmediatamente nos situamos en lejanas tribus de costumbres atávicas y rituales escalofriantes que desafían la sensatez y la seguridad mental y física de los participantes. El hombre no nace, hay que convertirse en uno demostrando una virilidad consistente, valor y determinación… y quizás algún tipo de proeza sexual, habitualmente relacionada con el tamaño de los genitales. Teóricamente deberían corresponderse con las necesidades bio-sociales asociadas al rol masculino en una sociedad. Demostrar fuerza y habilidad en la caza, valentía y agresividad en el combate, genitales y deseo para la descendencia. De alguna forma también parece necesaria la identificación con el grupo tribal. Para mí sigue siendo un misterio esa imperiosa exigencia de distinguirte de los grupos vecinos. Por lo visto debe ser imprescindible tratar bien a los tuyos y mal a los demás como estrategia de la especie.

Lo que me parece un poco sorprendente es que se sigan manteniendo los parámetros de estos ritos. Según Norbert Elias, en el proceso de civilización, los humanos vamos transformando culturalmente todo lo que de animal pudimos tener. Sofisticamos las funciones corporales y ocultamos aquello que es inevitable. Es la manera que tenemos de alzarnos sobre el resto de las especies. Cuentan que algún ilustre exalumno de un colegio mayor utilizaba precisamente terminología zoológica para glosar las proezas masculinas de sus compañeros de residencia. Me da una sensación de tristeza muy honda. Y de indignación.

Otra cuestión que me produce perplejidad es la manera en la que tienen de alardear de proezas sexuales que identifican, ignoro el motivo, con la violencia sexual. Claro que después de haber estudiado lo que sucedía en la Cabaña de los Hombres en la Melanesia no debería extrañarme nada. ¿Qué se supone que van a conseguir? Quizás, aventuro, pretendían que insultando a sus compañeras del colegio mayor femenino estas caerían rendidas a sus penes. Que llamándolas putas, conejas, ninfómanas ellas correrían a medio desnudar a copular con ellos. Creo que denigrar a una futura pareja sexual no es una buena estrategia. No le veo el sentido. Cuestión de la edad, supongo.

Por supuesto que hay muchas cuestiones más importantes que un puñado de residentes, que ya son mayores de edad, no son niños ni adolescentes, que pertenecen a la élite (recordemos que uno pretendió llegar a presidente del gobierno) se dediquen a orquestar, como manda la tradición, un ritual de cortejo bizarro (en sentido anglosajón del término). Da mucho miedo. Como siempre me ha llamado la atención la sarta de respuestas. De unos, de otras, de las autoridades, del gobierno, de la oposición… y cómo en pocas horas cada uno consigue un argumentario para atacar al contrario. Quiero decir, que más que aclarar una postura, aprovechan para arrimar el insulto a su sardina.

Deberíamos preguntarnos por qué no aparecen esos otros temas en prime time, que se estrene una película sobre desahucios y que no sepamos demasiado. Que la manera en la que los más ricos aprovechan para hacer a los demás mucho más pobres, de cómo se deteriora el sentido comunitario para santificar el egoísmo más anticristiano en nombre de Dios. Que el final del mundo está tomando el rostro de la catástrofe climática o que la guerra nuclear está a la vuelta de la esquina.

Me da la sensación de que también hay una estrategia en saturar la opinión pública con estos gritos en bucle. Que de alguna forma eso juega a favor de estos energúmenos y quienes los disculpan. Muchas de las opiniones en contra son juiciosas, pero al amontonarse consiguen el efecto contrario. Y si encima rastreamos cualquier declaración fuera de lugar, o la malinterpretamos a propósito, tenemos en bandeja la manera honorable de no condenar una barbaridad.

Pero, volviendo al principio, ¿la única manera de convertirse en hombre adulto consiste en gritar consignas nazis como borregos?, ¿insultar a otros colegios mayores acusándolos de penes pequeños o padecer ladillas?, ¿denigrar a las mujeres como conejas y amenazarlas con el acto sexual, que debería ser algo consentido y disfrutado? Si esto es un hombre… yo no lo soy. Ni quiero

 

 

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