Este cordobés es profesor de Geografía e Historia y licenciado en Historia del Arte (UCO) y en Antropología Social y Cultural (UNED). Lleva publicados: 33 reflexiones que Cristo haría en mi lugar (Esdrújula Ediciones,2016), Corazón inmueble (Lastura, 2017), Satán es un canalla despeinado (Canalla Ediciones, 2017), Animalicémonos (Boria Ediciones, 2019), Artefactum (BajAmar Ediciones, 2020) y este Fuego en la sombra que goza del prólogo de Marina Casado. Una apuesta arriesgada presentar un libro de sonetos sin pretender ni hacer un remedo de los clásicos ni una adaptación a la posmodernidad. David González Lago actualiza el soneto con temas y vocabulario contemporáneo sin vocación de provocación formal. Por ejemplo, en el primer bloque, Ars Amandi, comienza Amor profundo con estos versos: “Llegaste con arrojo, empoderada: /tan libre, tan vital, tan insumisa”; Amour fou: “Cantando por la calle como un loco, / no existe autocontrol que me detenga”.
En cierta forma, David González Lago frecuenta los temas clásicos, así deja caer los títulos latinos de las secciones. Luego, en cada poema, desgrana con habilidad matices y voces nuevas: “Amemos como un brujo en pleno trance: / con fe, convencimiento y osadía; / amemos sin medir ni hacer balance” (Desbordar el recipiente); “El mar era un sereno confidente, / y tú y yo, resguardados por su peso, / volvimos a escapar de lo estridente” (Sereno confidente). La contraposición es efectiva entre lo actualizado y lo cotidiano: “Necesito lo etéreo, lo invisible: / tu bostezo, tu insomnio, tu suspiro. / En lugar de tu cuerpo, lo ilegible” (En lugar de tu cuerpo). Un ejemplo claro de este juego es Pasado de moda: “Se ofrece corazón ajeno a modas / al cincuenta por ciento por rebajas”.
Desde el punto de vista del contenido, tenemos los elementos del amor romántico teñidos de descaro (“Que acompañen mis versos tus ovarios”, Si fui yo) y de lirismo: “Verás que en el desierto a veces late / con exceso de abrigo, a paso lento” (Así mi corazón); “La Luna nos salpica y de rebote / renazco bajo un sol que ya me indulta / bebiéndome el eclipse de tu escote” (La Luna ha reventado en mil pedazos).
Continúan unos sonetos a modo de écfrasis: El beso de Klimt (“Solo un beso de amor, solo un beso”); El grito de Munch (“Un lúcido amor en el desierto”); Caminante sobre un mar de nubes de C.D Friedrich (“Decido hacer un alto en el camino. / Me detengo a observar: todo es sublime”). Cuadros todos ellos imbuidos de romanticismo en el sentido más amplio de la palabra.
Modus operandi reflexiona sobre el oficio de poeta: “La prisa es una amiga negligente / capaz de aniquilar cualquier romance” (Antología prematura); “Confío en el poder de la palabra” (Elogio de la palabra); “Estancia familiar, cuarto sombrío, / guarida reducida, amable mundo; / ¿cuántas horas pasé en ese profundo / universo de calma y desvarío?” (Estancia familiar). Y no se refiere solo a escribir versos, es un oficio vital en toda su extensión: “A veces con tesón me contradigo” (Mi entraña emocional); “No te inquiete mi aspecto extravagante; / en el fondo, no tengo más oficio / que el de no convertirme en alma errante” (Héroe enmascarado). Incluyendo, por supuesto, la práctica del atletismo: “Correr es tu pasión, tu sano vicio” (Correr es tu pasión).
Sin embargo, Si vis pacem recoge otro tono en los poemas, más reivindicativos y dolientes: “La paz es la autopista de los lentos”; “¿Por qué a tu alrededor solo hay escombros? / ¿Por qué este mundo injusto te amortaja?” (Las preguntas oportunas); “Por nuestras hijas libres y un futuro / sin miedo y conviviendo como iguales” (Escribo estas palabras). En este mismo sentido, Tempus Fugit aprovecha el tópico para reflexionar con un atisbo de esperanza: “La vida fluye líquida y constante / como el agua de un río en primavera” (La vida fluye); “Como un reloj de arena interminable, / la vida nos engulle a paso lento” (La vida a veces); “Si nada delimita tu latido / no aceptes un corsé que te comprima; / no es fácil respirar teniendo encima / el peso de un obstáculo añadido” (Propósito vital); “es urgente hacer fuego en lo sombrío / desterrando lo sórdido y lo obsceno” (Fuego en lo sombrío).
Y, aunque, como bien dice el poeta “El tiempo nunca paga el estropicio” (Tiempo inadvertido), quizás haya que confiar en que “Tal vez en un futuro dilatado / no exista nada más sobre la arcilla / que el peso de los pies de cada amante” (Sentido del tacto). La ilusión está puesta en la voluntad: “Que no te paralicen los terrores. / Evita el fuego de la incertidumbre / y avanza con ojos avizores” (Ojos avizores). Y, para rematar, como propósito de año nuevo: “Sublime es diseñar nuestro proyecto: / construye tu sendero todo el año / y si en cada suspiro tu arquitecto” (31 de diciembre).
Tú dices alegría, yo reniego
de lo que maravilla a todo el mundo.
No existe corazón más infecundo
que aquel que no concibe el desapego.
Tú dices perfección, yo siento el fuego
distante de lo utópico y confundo
lo más superficial con lo profundo
––como en la ensoñación de un mármol griego–.
Tú dices osadía, yo recelo
de todo lo que se proclame al viento
–ya sea en boca tuya o de cualquier–.
Tú dices lealtad; yo, de momento,
renuncio a la excelencia del modelo.
El tiempo me dirá si es verdadera. (Yo siento el fuego)
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