Tenemos aquí un volumen de prosa poética de la joven barcelonesa Angi Expósito. Se sirve con ilustraciones de Níriel Aries y con el prólogo del poeta Abel Santos. La autora se ha fogueado en distintos premios literarios y participando en distintos festivales artísticos, este es su primer libro, que posee la temática y el encanto de los primeros amores y los primeros desengaños.
Normalmente,
el uso de la expresión prosa poética suele producir el mismo efecto que
la frase atribuida al jefe de la Gestapo, deseos de quitar el seguro al revólver.
Y más aún cuando sospechamos que el yo poético se identifica totalmente con el
autor y que cada uno de los acontecimientos de la prosa se corresponde con uno
real, cada sentimiento mostrado fue un sentimiento real, cuando se es más fiel
a la literalidad que a la literatura. Y si el tema es el amor… entonces tenemos
todas casillas cubiertas para encontrarnos con un conjunto de páginas de
quejas, lamentos que sólo interesan al que lo escribe. Afortunadamente, nada
más lejos en Que el quererte no sea en vano. Tenemos aquí un libro digno
de ser el principio de una carrera literaria.
Si
nos sentimos interesados más por la cualidad de la prosa, por cómo está
construido el relato, por el desarrollo musical de las ideas estamos ante
literatura. Lo contrario es exhibicionismo o cotilleo, enfermedad social propia
de estos tiempos de redes sociales y del broadcast yourself. Angi
Expósito juega con un vocabulario, unas ideas y unos sentimientos universales,
podríamos decir, estándares. Como hablamos de los standards en el jazz,
esas melodías que tenemos ya incrustadas en la memoria y que cada autor procura
apropiarse y darle su sello personal. Este es un libro en el que se cuenta como
algo nuevo y distinto lo que otros han dicho con casi las mismas notas y las
mismas palabras, con casi la misma melodía.
“Eres
distinto porque ahora me resulta diferente mirarte” (IV)
De
hecho, no le faltan cualidades musicales tanto referidos al interior de cada
fragmento como a la composición del conjunto, con ese ritornello, que da título al volumen: “que el quererte no sea en
vano”.
El
tema incontestable es el amor y el desamor, desde el universo sentimental en el
que podemos reconocer a Bécquer updated. Comparte también el imaginario
adolescente, adoptado desde la lúcida ironía. No pretende ser la Bella, se
reconoce en la Bestia. Funciona como un diario en el que es difícil no pensar
que se trata de un diario real, con las idas y venidas, con los encuentros y la
mortificación, los desamores y la rabia.
“Soy
el coraje encerrado en una caja fuerte cubierta de cerrojos, soy la furia
contenida, soy la pasión en un beso. Soy vida, soy muerte, soy tormenta, soy
calma...” (XXV)
Saca
Angi Expósito provecho de la tradición y las metáforas más o menos
convencionales, (como el río del olvido, XLVI). No estamos delante de
juegos y miradas de un romanticismo ñoño, la sinceridad juega a favor de la
intensidad poética de los textos:
“Estás ahí y yo
te dejo hacer lo que desees conmigo. Trátame como si fuera una muñeca vieja,
trátame como si fuera una extraña para ti, trátame como si no fuera nadie… o,
mejor aún, (…) trátame como si me amaras” (XX)
Más allá de que la escritura puede
ser una terapia para el autor, (“Prefiero aislarme en mi pena”, XLVI),
lo interesante de este Que el quererte no
sea en vano, está en el disfrute que encontramos en sus páginas.
Reformulando a Los Planetas, convertir esta aventura sentimental en prosa no es
un segundo premio. No ha sido en vano, pues.
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