Un
prólogo de Sergio Borao Llop da inicio a esta colección de poemas de la
boliviana Ruth Ana López Calderón. Tres poemarios componen hasta ahora su obra:
Desde las profundidades (2013), Sin óbolos para Caronte (2014), Itinerario de
una metamorfosis (2016), además de ser incluida en varias antologías. Goza su
poesía de una cualidad onírica que supera la simple imitación de las técnicas
del surrealismo. En este caso, la forma es imprescindible para el fondo: “La
pluma negra en la mano aletea desesperada, / su silueta distante captura el viento
inclemente: / usurpa sueños tardíos y temores / que habitan en el horizonte” (La pluma). Necesita la expresividad de
las imágenes para expresar un dolor intenso, interno a la par que una
esperanza, unas alas: “Acostumbrados los pies / al cansancio de largas
caminatas, / acostumbrados al polvo estéril del camino. // y las piedras no
hieren / y la piel ya no sangra // solo interrogantes incrustados como dagas /
desuellan el alma” (Como dagas).
Quizás sea la amargura el hilo al que se aferra para narrar el mundo onírico
que no es más que el mundo real: “El mate amargo, / no tan amargo como el
instante de lucidez” (Amargo).
A
pesar de tener al dolor y sufrimiento, a los miedos y la esperanza como ejes de
su poética, no es una escritura sombría: “¿quién dice cuánta falta hace una
imagen? // Sólo cuando se esfuma. / Y el vacío lacera las pupilas dilatadas / Y
buscan / Y no encuentran / Y agonizan // El silencio invade” (Se esfuma). A menudo tiene que hacer
frente a presencias lejanas, sonidos, colores, sensaciones y exige un tono que
dé cuenta de esas sombras, ya sean de los miedos como al amor: “El amor en cada
esquina ofreciendo sus brazos, / abiertos y cálidos brazos / y la soledad se
embriaga, / el dolor compra pasaje de ida en primera clase / y los sentidos se
embelesan /… / el alma mutada en piedra, áspera y fría piedra, / ¡Ah! Cómo
pesan los bolsillos” (Bolsillos)
Es
cierto que las sensaciones corporales forman parte de la esencia del
surrealismo, y la poesía de Ruth Ana López Calderón aprovecha esa animalidad a
su favor en los poemas: “Si acaso a lo lejos divisas / algo que sacie el hambre
/ algo que embriague ansias de alcanzar la carne / en noches estrelladas, // y
tus ojos brillan en la soledad de lo oscuro, // preñada de olores / preñada de imágenes
imborrables, / inquietantes, / buscas refugio // y tu corazón de fiera joven te
sacude” (En la ruta). Porque para el
poeta “ni la ecuación más perfecta ha de suprimir la desigualdad en el mundo, /
ni la suma de todos los temores / aplacará el rugido de la bestia” (Cimientos). Recurrir a lo tangible, al
sentimiento primario frente al mundo:
“Ya no son solo las estrellas,
son la raza o el color de la piel,
son el credo o la nacionalidad,
son el ser o no ser potencia;
son el peso contenido en los bolsillos,
lo que cuenta,
lo que dicta las sentencias y el olvido.
Y van labrando el destino
sobre millones de tumbas,
y van tiñendo con sangre la tierra:
Es hora de que el mundo deje de mirar a otra parte” (Es hora)
Por
eso la naturaleza ofrece las imágenes exactas, porque son las experiencias
sensibles, reales de la expresión “La enredadera luce sus galas / flores
multicolores adornan sus tallas, / tijeras oscuras cortan pedazo a pedazo / las
ramas, las hojas, / y ella crece y crece, / y florece, desafiante” (Crece). La dicotomía entre el elemento
natural de nuestra existencia y lo intelectual, lo moral, lo angélico tiene su
reverso: “Alas de ángeles y demonios por todas partes” (Reales-Irreales), por eso prefiere recurrir a los sentidos cuyas
presencias pueblan las imágenes mentales: “Espinados los cuerpos, oídos
inquietos, y las voces de ángeles y de susurros demonios / les dictan secretas
fórmulas de vida, / conjuros de tiempo aún no vividos, / y cae la tierra con
peso de muerte, / sobre sus blandas piruetas / y mis pupilas quemadas se
dilatan: // ver el camino que delante se bifurca” (La danza). Las voces que inquietan el sueño y que amenazan la
integridad de la identidad, “Aquellas extrañas obsesiones / hacen nido en su
cordura / revolotean, / levantando polvo de lucidez /… / Desmesuradas estampas
tatuadas en pies /…/ Han dejado de agitar las plumas. / el polvo descansa” (Obsesiones) y ante las que las palabras
pierden su efectividad casi mágica: “hay vacíos que las palabras no llenan /
hay heridas que el tiempo no cierra” (Ídolos).
Sin
embargo, como decimos, no es una poesía sombría, aunque la pueblen las sombras,
como Emily Dickinson sabía, “La esperanza / sale volando por la ventana, /
agitando / con nostalgia y pesadumbre /…/ el suspiro se hace lamento / y luego
/ lágrima desolada” (Suspiro); “Pequeños
atisbos de mi mundo en tu mundo /inexplicable / ese imperceptible lazo que aún
nos une. / En el leve roce de nuestros tiempos. // Días que se pintan de
colores / Muy pocos / Días que se pierden en el negro más intenso / de las
desazones. / Mis ojos tallan” (Lazos).
Debemos
aprovechar, y Ruth Ana López Calderón lo sabe, los placeres de los sentidos y
del sexo, el poder liberador el orgasmo. Se aprecia en la sensualidad de Algo extraño, Sábanas, “Temblores recorren los caminos del deseo / envuelto en
delicados lienzos” (Delicados lienzos);
“siluetas bordadas en la calidez /
palpitan / la penumbra sobre sábanas de seda / almohadas de plumas / esos dejan
/ ahogan gemidos excomulgados / y el pecado concebido y su fragancia / invaden
la noche como irredento misterio / y despierto / y no hay culpa / no hay culpa”
(La alcoba).
Hay
también otros poemas que juegan con terminología no específicamente poética,
como el uso de las nuevas tecnologías (En
otras aguas), y poemas simplemente preciosos como (La hoguera). Pero su
poesía va más allá, un ansia de eternidad frustrada: “Nada es suficiente: / la
eternidad es un mísero fragmento de tiempo” (Sábanas); “Inútil trascender un espejismo / inútil vencer la
indiferencia” (Ligeros). A esta
amargura se enfrenta con la alegría de los sentidos, y sobre todo con la danza,
que aparece tanto literalmente como en un sentido más metafórico: “En el
bosque, plagado de leyendas / los duendes bailan” (De mitos y leyendas).
“Y el corazón de la niña late desbocado,
desesperada mira al frente
advierte la orilla como promesa cercana
las lágrimas se van con el río
a tierras lejanas
en la otra banda, el miedo atroz se torna alegría
y de nuevo el tropel avanza por el camino ancho
las charlas amenas han vuelto, la niña ríe,
no sabe que adelante, esperan otros vados”
Muchísimas gracias por el interés en mi poesía. Valoro cada palabra escrita con su pluma, para expresar su punto de vista.
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