Después de su tardío y primer
poemario, Manto del alma (ExLibric,
2016), Carmen Salas del Rio continúa sus andanzas poéticas de la mano de Teresa
Gómez que prologa este La mirada del
tiempo. Maestra de profesión y vocación sigue su labor activa colaborando
con las bibliotecas escolares en Granada, alejada físicamente, que no en su
corazón de su Cádiz natal.
El
libro se estructura en tres partes, Armonía,
De la mirada y Del tiempo como si se tratara de una introducción breve y el
desarrollo de dos núcleos temáticos. En el primer poema, nos encontramos una
declaración de intenciones como punto de partida: “No hay lugar para el odio /
en este fiel recinto llamado corazón” (El
vuelo de unos pensamientos). A partir de estas coordenadas podemos ir
fluyendo a través de unos poemas en los que la celebración se impone al dolor y
la derrota alcanzando mayor intensidad en la última parte del poemario.
El segundo bloque, De la mirada, se sitúa en unas
coordenadas geográficas en las que el levante y el poniente suenan más gaditanos
que granadinos. Son inicios que traen reminiscencias del cancionero tradicional
medieval, como las olas del mar de Vigo. Las ansias de renovación se muestran
muy claras desde el punto de vista personal, del yo poético (“Encontrado el
calor entre los versos”, Segura) y el
yo físico (“Soy semilla en el universo / con el alma ensanchada, / con el
conocimiento cobijado / en un rincón de mí”, Volver a comenzar). La emoción predominante es la de confianza y
positividad lejos de ilusos consejos bienintencionados, Carmen Salas del Rio
prefiere estar con los pies en la tierra y por eso: “El hombre que yo quiero /
trabaja cada día / con su pantalón chino, / la camisa planchada / mojada de
sudor / al dar la media tarde” (El hombre
que yo quiero). Otro retrato íntimo de la pareja está en: “Él informático.
Ella, poetisa. / ¿Cómo ligan poesía e informática?” (Revoltura), que personalmente me ha inspirado una especie de
trasunto de aquella canción de Lou Reed, Sweet Jane. Cómplices
es lo que mejor los define
Carmen
Salas mitiga las penas y la fatiga, lucha contra la incomprensión y la soledad
con la escritura (“Y quiero la soledad de los días / oscuros de agua y nieve
que me invitan / a escribir”, Quiero)
o con la risa (“Nuestras risas son fugaces torbellinos /…/ La tenaz comicidad
de las risas / nos permite borrar las huellas del dolor”, De las risas). Y, de la misma forma que cuenta con cómplices,
también se detiene a mirar los abismos diarios de la vida: “Porque contigo
estoy / desafiando impasible / la distancia traidora” (En el andén). Especialmente sensible el poema Rocío dulce: “Vuela en nuestra libertad, / párpado sin fronteras
/…/ Mientras, bebo el rocío, / que resbala en mis mejillas”.
No
podía faltar en este bloque algunos poemas que abran la perspectiva y la conciencia
social (Sumar, Abismo) que se centran desde lo micro (La dignidad) a lo macro (El
Aquiarius). Dentro de estos últimos me gustaría resaltar un poema, La ciudad, para mí de lo mejor del lote:
“A veces la ciudad es como un chico caprichoso. /…/ A veces la ciudad no me
reconoce”.
Por su parte,
Carmen Salas reconoce el magisterio de Gloria Fuertes en un Soneto de la musa: “Veleidosa, penetras,
cual gacela / sigilosa, llegar de madrugada / y, entrando en mi poema, lo
cincelas”. Y siguen algunos poemas que retratan su pasional relación con la
poesía. “Esto es un poema / te guste o no” nos dice en su Poética. Porque en el fondo, “Todo es en la palabra” (Palabras). Como forma de comunicación la
poesía, el arte, aspira a conjugar diferentes puntos de vista, por eso “La
mirada del tiempo nos descubre / la auténtica dimensión de las cosas, la verdad
de los otros” (La mirada de los otros)
y, por el contrario, “La náusea merodea paisajes solitarios /…/ va rastreando
soledades” (Ad nauseam). “Antaño era
el tiempo / de la poesía”, confiesa en (Momentos
de la nada, para que sirva de enlace con la última parte, más centrada en
el paso del tiempo.
El último
bloque se tiñe de un tono mucho más melancólico, con mayor tristeza y
añoranzas: “No me tengan en cuenta / las palabras estériles, / inoportunas, /
áridas, / ni las quejas vacías /…/ Te necesito, amor, / para bordear el abismo
/ que este mundo se empeña en poner a mis pies” (No me tengan en cuenta). A la que Carmen Salas del Río opone la
posibilidad de resistencia compartida: “Desde ahora / la protectora burbuja nos
habita / y ya nadie ni nada / sale ni entra” (La burbuja).
Las ausencias
(“Porque tu voz es el río de piedras / me sonaba tan cerca y corrías tras mi
voz”, Aún) son aún más apreciables
cuando se rememoran los momentos especiales, los recuerdos de Navidad. Y son
más dolorosas cuando se presentan sin avisar:
“El día
despertó sin avisarme
ni dejarme
recurrir su ausencia
/ …/
No pude
abandonar tu inspiración.
Ni ensancharte
el alma.
Ni limarte los
pies” (Ausencia)
A partir de
una autobiografía (“Nací en el Sur del Sur”) se hace recuento y se recuerda en
un emotivo poema a su madre (Tiempo de
morir). Son estos últimos cuando siguiendo aún con la claridad de los
primeros momentos, los poemas se hacen más intensos, llenos de verdad y
sinceridad. Un memento mori como Tiempo de descuento: “Como un pañuelo
envuelve una herida, / así mismo te envolvió la senectud /…/ Hasta que llegue
el último mañana”. Por último, hacer nuestra una receta contra el sufrimiento y
lo inevitable: “El olvido es un regalo” (Tiempo
de olvido). La mirada del tiempo es lo que tiene, la constatación de lo
inevitable y la necesidad de vivir haciendo consciente la finitud y viviendo
inconscientes de que deberá llegar. Vivamos, pues.
Querido Javier Gallego. Con gran alegría recibo hoy a través de Facebook una reseña de mi poemario La Mirada Del Tiempo, que has hecho y la firmas tú.
ResponderEliminarHecha profunda y generosamente, personalmente me ha gustado mucho la perspectiva de tu mirada, sabiamente hilada.
Quiero atreverme a reseñar yo también poemarios como precisamente el tuyo y otros que también me gustan mucho. Creo que este verano podría sentirme especialmente predispuesta para hacerlo y ampliar misu inquietudes literarias.
Muchas gracias por tu tiempo y tu trabajo, siempre agradecida,
Carmen Salas.