viernes, 12 de julio de 2019

Reseña de Elsa Veiga: ‘Manejemos la pena’. Torremozas. 2016


Resultado de imagen de elisa veiga manejemos la pena
Elsa Veiga estudió Filología Hispánica y se ha especializado en Literatura Española e Hispanoamericana. En 2009 recibió el primer premio de relato corto de Binéfar (Huesca) y ha sido finalista en el XXXVII Premio Ana María Matute de Relato. Este es su primer libro de poemas.
         El uso de la primera persona y la interiorización del imperativo marca el tono de voluntad para el poemario: “manejemos” como un deseo sobre la dolorosa realidad. El agua inunda cada página de este poemario, resume Cristina Oro Otero en el preámbulo. Este es poemario descarnado, en el que se pueden mezclar la ternura con la dureza, como en la estación más presente en los poemas, el otoño. Poemas que atraviesan la piel. Y, sorprendentemente en los tiempos que corren, son poemas que remiten a la rima. No puedo dejar de confesar que la cita inicial del gran Ángel García López me tiene ya ganado: “en poesía lírica lo que no es autobiografía es sólo plagio”.
                La primera parte, ‘La vida se desliza’ es un canto a la fugacidad de la vida, a la lucidez que llega tras el paso del tiempo: “Renuncia a la existencia / sin temer esa muerte / que dicen prematura. / Ser cadáver en vida / nunca ha sido tan triste /… / Quisiera ver las cosas / como las ven los niños, / mitades alegría / y mitad asombros” (A enfermedad me elevo). La vida, como las embarcaciones, sobreviven y llegan a puerto aprovechando los vientos (“Aproveché la vida / le saqué los colores, / ahora grita a escondidas”, Esperanzas mundanas), sorteando las dificultades (“Erramos y soñamos / manejamos la pena”, Despierta, sueño el mundo), por mucho que los materiales sean frágiles y perecederos: “Llevo un siglo de tiempo / hundiendo mi barquito / y su papel aguanta / porque lo seco, / y sigo” (Barquito de papel). La autenticidad es otra de los conceptos problemáticos que Elsa Veiga maneja dentro de las contradicciones: “Soy una personita / de mentira” (Barquito de papel); “Como algo. Lo vomito. / Veo algo. Lo asimilo” (Cómeme); “Mi rastro es el espejo / es leve pero intenso” (Sigo mi rastro). Para ello, recurre al diálogo: “Yo, cuando decepciono, / me retiro. / Agacho la cabeza, / la meto bajo tierra // Tú, cuando decepcionas, / te haces grande. / Gigante del orgullo, / me persigues. / Yo hundo la cabeza. / Lentamente” (Y veo lo que queda). Diálogo con la muerte, una muerte enamorada: “Quiero magia, tormento, / vivir y ser notada / por un aliento muerto. / Tu vida no interesa. / La mía ya es historia” (Arranca lo que puedas).
                La segunda parte, De otoños y de inviernos y un verano, toma el punto de vista del paso del tiempo. Las emociones, las experiencias se cuentan desde el paso del tiempo: “La protección de cunas y algodones / la cambié, sin querer, por el vacío” (El cruce de caminos); “Aunque pongas / candados a las puertas / los domingos son listos / y saben cómo entrar” (Mi pícaro domingo). Escribir en noviembre es un poema que pivota sobre el paso circular del tiempo, inesperadamente distinto, a la vez que se repita, hay cosas que no vuelven. También Noviembre por noviembre y De pronto soy diciembre).
                La labor de la escritura como lucha contra el tiempo y contra las adversidades: “El escritor se excita / ante listones tan tristes” (Escribir en noviembre). Una soledad que añora la inocencia de la infancia, su capacidad de esperanza, “Dónde fueron las hadas / que velaban sus sueños” (Sonrojo y embarazo) da paso al desasosiego, “La llama en la cintura / y el pecho en la garganta / no quieren nada bueno. / Me protegen, me espantan, / me ayudan a estar viva” (Miremos si hay detrás algo); “No hay nieve, / ni habrá brillos / ni nariz zanahoria, / sólo un cuerpo dormido / quedará en mi memoria” (De pronto soy diciembre); “El viento que se enreda / siempre a la misma hora / espera con paciencia, / no entiende / ¡Y cómo llora!” (Noviembre espera o regreso imposible). Algo inasible, un poco naif y terrible (Pobrecita, buscaba) como sólo los cuentos infantiles lo son: “Querrás volver a verme. / Me pudro en tu dolor” (De veranos y otoños).
                Le sirve la tercera parte, Observo y rememoro, como recapitulación: “Qué pena no empezar / lo que estaba empezado” (Qué pena no empezarlo); “Después del placer traigo / más ansia, más deseo. / Lo paseo imprudente / con temor a perderlo” (Recuerdo tu recuerdo). Lo cotidiano esconde el deseo: “sólo son esas cosas / que te hacían feliz” (De los objetos devueltos tras un amor frustrado). Consciente, como es, de las trampas que pretende: “Me clavo en la madera / y hace tiempo que observo, / adivino y presiento / ese amor verdadero / que me corta las alas, / es real y no da miedo” (El amor verdadero no vuela ni se hace). El amor duele, ¿por qué duele el amor?: “Hay días en que todo es paisaje de domingo. /…/ Hay días en que reclamo mi derecho a quererte” (Espero otra palabra); “María ya no es la misma, se enamoró del aire” (María ya no es la misma).
                Otros deseos, otras nostalgias pueblan el universo de Elsa Veiga, como la añoranza de la casa del abuelo (De la casa que quise) y otros recuerdos: “A las tardes ociosas / se unió la pesadumbre / de tener que pensarlas. // No valía con sentirlas / –sentirte era otra cosa–. / Había que contenerlas / en frascos de memoria.” (Recuerdos enfrascados).
“Mañana que cogía tu espalda inabarcable
son ahora tiempos muertos en que falta un espacio.
Ya no ocupas lugares, vacíos sin sentido,
llenas de pensamientos que huelen a óxido y frío
/…/
querías que te quisiera para ver si crecías.
Yo alimenté ese sueño, regué noches y días.
Ahora siento la pena que manda las entrañas
porque sí que te quise como arena en la playa.

Las olas van y vienen y yo soy los granitos
de ese terreno húmedo que guarda caracolas.
Peces vivos, tiempo muerto.
Dame un respiro a veces,
que soy llama y recelo.
Deja que me acostumbre a ese tiempo sin miedo.
Deja que me acomode, hazme un hueco en tu pecho.” (Intentando acoplarme)
Elsa Veiga con estos versos nos embarca en un viaje alrededor de la emoción, de la pena, del paso del tiempo, de la enfermedad al amor no correspondido, incluso al correspondido. Un manual práctico de gestión emocional y poética.

2 comentarios:

  1. Yo, cuando decepciono, / me retiro. / Agacho la cabeza, / la meto bajo tierra // Tú, cuando decepcionas, / te haces grande. / Gigante del orgullo, / me persigues. / Yo hundo la cabeza. / Lentamente” Me ha encantado. He abierto los ojos a mi propia realidad.

    ResponderEliminar
  2. Yo, cuando decepciono, / me retiro. / Agacho la cabeza, / la meto bajo tierra // Tú, cuando decepcionas, / te haces grande. / Gigante del orgullo, / me persigues. / Yo hundo la cabeza. / Lentamente” Brutal. Y yo sin enterarme de lo que me pasaba.

    ResponderEliminar