Juan Romero Vinueza publicó la
primera edición de este poemario en Ecuador (Editorial Turbina, 2018).
Anteriormente había publicado Revólver Escorpión
(2016), Dämmenrung [o cómo reinventar a
los ídolos] (2019), que también está en Ediciones Liliputienses. Ha sido compilador,
con Abril Altamirano del nuevo cuento ecuatoriano con Despertar de la hydra (La Caída, 2017). También compiló y tradujo País Cassora / Casate Lando (La Caída,
2017). El planteamiento, más que de un libro temático, es una especie de juego,
donde la ironía toma protagonismo con un acento casi naïf que funciona como una
carga de profundidad: “Quiero escribir un poema banal / un poema que hable de
lo absurdo / que es escribir poemas / en un mundo donde nadie necesita leerlos”
(Poema banal). Desde el propio título
se advierte que no hay que tomarse en serio de la propuesta: “Lo que en
realidad me preocupa / es que haya gente que se crea lo que digo” (Un poema dictatorial).
El uso de
disposiciones tipográficas más propias de lenguaje administrativo o científico
aportan esa sensación de irrealidad poética que caracterizan: “¡Poema! // podía
olvidarme del lenguaje / detrás de un jardín de flores marchitas / diré por
ejemplo: /a) la única revolución está en el lenguaje / b) hay que sentar la
palabra en un estrado y obligarla a que se calle para siempre / c) se debe
observar a la poesía sin que ella se percate de ello” (Un poema dictatorial). Se trata, en primer lugar, de interpelar al
lector, tachar frases, opiniones, disposición en epígrafes como textos
científicos, caligramas (Un poema kamikaze),
la ironía cuando no directamente la burla (“Los zurdos / ciertamente podríamos
/ hacer del mundo un lugar mejor / pero aún no nos dan ese derecho”, Un poema zurdo), de jugar: “según el
diccionario / de la real epidemia de la
lengua” (Un poema académico). La
intención la intuimos en unos versos al final del poemario: “Quiero
desmitificar al sacrificio / sin embargo / mi principal problema / es que no
encuentro la manera de hacerlo” (Un poema
castrado).
No debemos
llevarnos a engaño, todo son artificios para esconder, como en Poetas de Pejk Malinovski, una suerte de
versos que abarcan desde lo más político (“Una frontera / es un límite
imaginario / pero sobre todo ineficaz /…/ Sin embargo / es bien sabido que a la
poesía / la única frontera es el lenguaje // pero también es sabido / que las
leyes y los tratados de paz / se hicieron para romperse”, Un poema fronterizo; “Las provincias no son más / que los puntos
invisibles de los países centralizados”, Un
poema provinciano), filosóficos (“el übermensch es una mentira descarada”, Un poema humano; “absolutamente / todas
las certezas son aburridas”, Un poema
hispánico) o lo plenamente lírico (“el color del poeta muerto depende / de
las palabras que no fueron escritas”, Un
poema fúnebre;). A veces la introspección suspicaz toma la palabra: “he
oído que releer los poemas de uno mismo / es sentir cómo de repente alguien /
te lanza un puñetazo en el estómago /…/ Siempre me releo para darme cuenta / de
que soy un pésimo turista / de mis propias palabras” (Un poema extranjero); “está en peligro de extinción / solo
significa / que puedes desaparecer / pero / al mismo tiempo / que puedes
convertirte en metáfora” (Un poema
llamingo). En otras ocasiones es un desafío trascendente: “dentro de la
enciclopedia / he hallado los restos del hombre / y los he despreciado por
parecerse demasiado a los del animal” (Un
poema darwiniano); “todo dios es un holgazán / que crea cosas
insignificantes / y luego las deja libres / a la deriva” (Un poema creacionista).
Incluso
reflexiones metapoéticas (Un poema lúdico)
que parecen insistir en burlarse de sí mismo como poeta: “no suelo mentirme
tanto / por eso he creído miles de veces / que soy un buen poeta” (Un poema
mentiroso). Recuerda en actitud a los antipoemas de Nicanor Parra: “La
anatomía de un poema / es similar a la de un río imaginario: / porque no
existe” (Un poema estulto); “entiendo
perfectamente que / dos condiciones me hacen / tercermundista en este momento:
/ 1. ser latinoamericano: / esa manera de vivir informalmente en peligro / 2.
ser poeta: / esa manera de fracasar y ser socialmente aceptado / ¡y hasta
venerado!”. En un poema dedicado a Luis Eduardo García insiste en no tomarse en
serio a sí mismo: “Un día me reté a mí mismo / me dije: puedo escribir el mejor
poema del mundo / o al menos el mejor de mi brillante generación /…/ tomé un
café helado y escribir / una serie de poemas de mierda” (Un poema alt-lit). O retoma, como César Vallejo las formas
burocráticas para abordar un poema: “convertirse en persona / es un proceso
complejo / que conlleva muchísimas cosas” (Un
poema burocrático).
Las relaciones
forman parte, como el propio título señala, de las intenciones de este
poemario: “Puedo enamorarme para / toda una vida en media hora / puedo amar
eternamente / durante tres semanas / o quizás menos” (Un poema fiel). Aunque no se trate en ningún momento de un ajuste
de cuentas, sí que podemos intuir algunas amarguras que no dan sino lucidez a
sus palabras: “total / no es tan malo ser tercero / eso significa que nosotros
/ no hemos perdido la final” (Un poema
tercermundista); “lo que nos aterra en la repetición / no ser vistos como
las islas que quisiéramos / como esas insuperables bebidas refrescantes del
desierto” (Un poema común); “que me
hagas sentir un fracasado / no quiere decir que no me ames” (Un poema amoroso).
El punto de
vista personal es aprovechado para jugar al partidismo, a no tener que afrontar
todas las versiones, sino invitarnos a mirar desde una posición: “Hay que
recordar que el poema es niño // los niños también tienen miedo / quizás miedos
más oscuros / delirantes / asfixiantes” (Un
poema maduro). Esto es especialmente claro en Un poema biográfico, donde se dan cita un conjunto generacional de
referencias: Nirvana, Oasis, Juan Pablo II, Kenneth Koch o Baggio. A pesar de
todo este juego de despistes y referencias hay un profundo amor a la poesía y la
belleza: “X podría ser cualquier cosa / tal como ha venido siendo la poesía / y
la vida de los seres humanos” (Un poema x).
Una literatura inmersa en la tradición, en la que cabe el absurdo como Un poema kafkiano, entre muerto y chiste
y, sobre todo, la estirpe borgiana: “Un poema es una reinvención de sí mismo /
o de otros poemas (Un poema infinito).
En suma: “el ritual más antiguo del hombre / ha sido la búsqueda de la
inmortalidad” (Un poema inmortal).
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