Conocía a Lara López de su programa Músicas posibles, en Radio 3, emisora que dirigió varios años, pero ignoraba que había nacido en Cádiz. Tampoco sabía que ya tenía publicada una novela, Óxido (Xordica, 2004, segunda edición en 2015). Insectos es su primera incursión poética. El año pasado salió su segundo poemario, Derivas (Universidad de Zaragoza, 2019). El libro anda organizado según los órdenes de insectos. Comienza con los Blatodeos, es decir, los que tienen forma de cucaracha.
Lara López se acerca al poema mediante recuerdos, con un ambiente intimista en la mayoría de los casos: “Con el otoño / llegó el fin del mundo. / Dejo una pluma de fénix / en la almohada. / A solas borro el origen”. Se acompañan de paisajes evocadores (“El árbol de Formentera / y el olor del jazmín, que compraste, en el mercadillo, / cuando todavía era primavera”) y el lento acontecer del tiempo (“La tarde, simplemente, sucede. / Y oigo otra vez a mi madre. / Arrastra una silla, / como hace siempre que se levanta para acostarse”). De repente, sin perder, aparentemente, el tono, golpea un poema en el que se relata la violación de una niña: “El desnudándola. / Él queriendo follarse a la niña / como si fuera un angelito”. El contraste continúa en los siguientes poemas, que vuelven al ámbito íntimo: “Una tras otra van apareciendo / la roca del pasado / en el viejo contestador /…/ Tiempos raros. /Difíciles. / De los que te podría hablar / si llamaras de nuevo”; “Aquella tarde, / en la puerta del ascensor / me preguntaste cómo estaba. / Una frase sencilla. / Justo lo que necesitaba”.
La conclusión de esta primera sección es tajante: “Una vida normal. / Hasta que el cansancio / puede con las ganas / de hablar con tus muertos”.
Anisópteros, es decir, libélulas es el título de la segunda parte. En cierta forma podemos encontrar versos más luminosos dentro de la nostalgia: “Hay una cierta gramática / con la que no contaba. / Una fortuna cambiante. / Variables de estación y de hemisferio. / Y siempre este querer retornar / al privilegio de tenerte frente a mí. / A lo que callas cuando hablas”. Imágenes visuales, sensoriales para describir y hacer frente a esa saudade: “Sobre la mesa unos pétalos secos, / del tiempo en el que uno se ríe / como si pronunciase sexo la primera vez. /…/ Te sigo viendo adolescente. /…/ Yo deseando tu boca y tú dibujando palabras / que te completaba más allá de mis pupilas”.
Las termitas y las polillas pertenecen al orden de los Isópteros, que poco a poco van internándose en la materia, desintegrándola para luego reconstruir sus nidos, sus enormes nidos. De destrucción y reconstrucción habla Lara López en estos poemas: “Nevaba en Madrid. /…/ Tus padres, / sus gritos durante horas. / Los tirones para que entraras sin protestar / en el Citroën ocho / en medio de un río de lágrimas. / Los “deja de llorar” del último día que viste a tu padre. / Allí, entre Alcalá y Gran Vía, / la mañana de la última nevada”. En el pasado más lejano de las infancias y en el pasado más cercano de las parejas: “No sabías que tenías un hijo / y te aterrorizaba pensar / que cogieras el teléfono, / pero, aún más, que nadie contestara. / Su nombre es todo lo que te queda de ella”.
La última sección toma su nombre de las luciérnagas, los Lampíridos. Da rienda suelta a las diversas influencias y gustos culturales, se mezclan referencias a Chuck Berry, El ala oeste de la Casa Blanca de Sorkin, Miles Davis, Jessye Norman, Blind Willie Johnson, Strauss. Cierra el poemario estos poemas río, en los que la descripción de los sentimientos y el lirismo se calzan las zapatillas de lo cotidiano, de las tardes de domingo y los sueños que se dejan en el sofá.
“La ciudad entera
ardiendo
y tus ojos azules”
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