Javier García Cellino goza de una apreciable trayectoria poética, con once libros de poesía publicados. Este volumen está dedicado a Palestina y cuenta con el prólogo de Alberto Buitrago. Cada una de las secciones se incardina en alguno de los hitos en la tragedia del pueblo palestino, comenzando con El plan de partición 1947: “Volver al relato inicial. /…/ Palabras inútiles, como soldados ciegos, / se precipitan por las laderas del Sinaí. / Oh, lira de la verdad: ¿dónde está la jaula/ que acompañaba la hora sagrada en el tempo?”. No es habitual encontrar un libro te estas características, ni siquiera dentro de la llamada literatura de compromiso. Javier García Cellino se aleja de los tópicos de la poesía de agit-prop para hacer una profunda reflexión poética al hilo de la denuncia social: “La poesía es pólvora / que se enfrenta siempre a la pólvora. / Quien narra el poema es un niño / que sujeta el cielo con una mano. / No basta con admirar la excepcional belleza / de la eternidad”. Las verdades que se encierran en estos versos van más allá de la tragedia que sirve como argumento de los poemas: “Este tiempo no es de muerte dócil, / sino de sufrimiento”.
La Guerra de los Seis Días 1967 es el segundo hito en el que se encuentran los gritos de dolor y sufrimiento de la población: “Un niño que llora es un incendio / en la boca del sol. / Veo Jerusalem devastada /…/ ¿A quién reza / cuando las montañas / dejan de ser sagradas?”; “En los Altos del Golán hay un concierto de lepra”. Se encuentran también la llamada a la resistencia (“Es preciso regresar a la muerte / y calzarse las botas para ascender a las colinas / como si supiéramos el camino de vuelta”) y a la decepción que ha supuesto la geopolítica internacional; “Nadar en el verano / de las promesas incumplidas”.
La vida cotidiana va surgiendo en algunos poemas de Rezos en la explanada de más mezquitas, y lo hará con claridad más adelante. La tragedia consiste en que la vida cotidiana tiene que organizarse a partir de estos bombardeos y las armas: “En la impaciencia se yergue el polvo de las batallas. ¿Acaso por fortuna será la muere anunciadora de nuevas tormentas?; “Cuando la fuerza se retira las armas, el poeta queda solo en la mitad de la batalla, sin más compañía que su viejo laúd y una débil coartada de futura firmeza”; “Bienaventurados el fuego la espada cuando se dan la paz”.
1933 Acuerdos de Oslo supusieron, sobre todo, un rayo de esperanza y un mar de decepciones: “Oslo es un paisaje blanco sobre fondo blanco, / una autopista rodeada de flores en el desierto /…/ Di amor, / intifada, / sueños clandestinos. /Y patria, siempre patria. /No digas acuerdos de paz, / expropiación de tierras, / asentamientos de colonos”. El grito de los palestinos, la necesidad de sobrellevar la ocupación hace preguntarse al poeta: “Anestesiar el miedo. / Posponer un deseo para el amor /…/ ¿Qué hacer con la inhumana belleza del invierno?”. La paradoja de que dos religiones que defienden el amor y el respeto a sus libros sagrados se enfrenten de una manera tan desigual: “Si las Sagradas Escrituras / recuerdan que es posible resolver / el estupor de las fronteras con un golpe de audacia /…/ He aquí el ángel cautivo / que rinde su máscara funerario entre la desposada hierba”.
De gran interés es la sección titulada La Casa de la Poesía Palestina donde se hace mención a poetas palestinos porque, dice el autor, “La poesía es una piedra angular en la formulación del proyecto de Renacimiento árabe”. Se recrean versos para poner en palabras la tragedia: “Hay entre la primavera, / como un juguete nuevo, / disfruten de él / sin olvidarnos de las almas / de quienes murieron por defender nuestra causa”; “Ahora diáspora y relámpago / se confunden en mi cabeza / cuando pesco en el río”. Y una esperanza que no se da por vencida: “Por encima de la noche vuela Palestina”.
“Oh brumosa realidad
a la que acompaña siempre el ruido de los metales,
confines en que el pájaro de alas dulces
se inclinan súbito sobre el cristal de la vida”
En el año 2000 comenzó La segunda intifada, una lucha interminable que alcanza ya a varias generaciones: “En la precaria eternidad, / cinco hombres esposadas contra la pared son nadie”. Por eso los poemas hacen referencia a esa lección de vida que supone para el pueblo palestino seguir en la lucha: “Dibuja un ciervo / para que los niños aprendan / a dibujar un ciervo /… /dibujar una piedra” (Mural número 1. Deberes matutinos); “Cenar pronto. / Dar las buenas noches a todos los que guardan la casa. / Leer un poco de la madre de Ella /…/ Abrazar a la almohada. / Soñar con una piedra” (Mural número 2 Deberes nocturnos).
El volumen termina con una adaptación de Rebelión en la granja, en la que los personajes de los cerdos no hacen referencia a los bolcheviques, sino a los judíos: “Ensalzar los mitos de la tierra. / Defender el fuego de nuestra granja / frente a los falsos armisticios /…/ Lo humano de los perros callejeros / para derrotar al enemigo (Los siete mandamientos igualitarios); “No me asusta el incierto porvenir, / sino esos falsos profetas que disputan nuestra tierra” (Snowball)…
“La kufiya que lleva al cuello es poesía:
los olivos encendidos también son poesía” (Coro de animales. Final)
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