Hay que agradecer a Antonio Lafarque y Aníbal García esta iniciativa, Calcomanías, colección de autorretratos de poetas. En esta ocasión es Felipe Benítez Reyes el protagonista que recoge una antología de poemas (con un inédito) en los que pretende reflejarse. Como un falso amigo lingüístico, el verbo pretender en la lengua de Shakespeare tiene más la connotación de fingir y me pregunto hasta qué punto la poesía de Benítez Reyes no es sino un juego de ficción aun cuando es su propia identidad la que se recoge. En el prólogo, el autor considera que “entre todos los géneros literarios, la poesía es el espacio por antonomasia del yo, por mucho que nos entretenga hablar de máscaras, de la invención de un personaje o de la ficcionalización del sujeto lírico". Asistimos pues ante la puesta a prueba de esa tensión entre la fidelidad biográfica y el artefacto poético digno de ese nombre. Amén de una tensión entre la vida y el verso: “Tú afanado en un verso que te exprese, / tú entre la oscura luz. // Mientras afuera / la vida se destroza en su esplendor, / inocente y rotunda, y en nada parecido / a ningún ejercicio de elegía” (La diferencia). Un conjunto de espejismos que quizás nos den la verdad de la máscara.
Decía Rilke que la infancia es la verdadera patria del hombre y precisamente es la infancia la protagonista de gran parte de los autorretratos: los momentos de ensoñación ante los atlas de lugares remotos (“Allí estaban marcados con colores vivaces / los países remotos y el lugar que era el tuyo”, Atlas Geográfico Universal, 1972); la añoranza de las novelas de aventuras (“Algunos paisajes de mi infancia han muerto. / Ha muerto Azor, corsario de Malasia, / cuyo nombre temblaba a las bocas de fresa / de las damas del siglo XVIII”, Elegía), el cine como pasaje a la fantasía (Royal Cinema), cualquier pista hacia lo desconocido (“Esos barcos que llegan sigilosos al muelle / tienen algo de símbolo y de fácil metáfora /…/ De niño los miraba inventando unas rutas / por olvidados mares y por tierras de magos”, Apuntes)… Uno de los poemas se titula precisamente Infancia: “Y en realidad con casi nada tuyo: / tan solo el universo entre las manos. // ¿Dónde estuviste, di? ¿Y tú quién eres?”. Más que una simple nostalgia por un tiempo en el que todo era más sencillo y menos complicado, Benítez Reyes evoca la infancia como un tiempo de inocencia y pureza, de identidad esencial que se pierde con el paso del tiempo. Si se ha servido de recuerdos detallados, de ambientes, de olores, de experiencias, muchas veces están relacionados con la imaginación y las aventuras soñadas.
Otro de los elementos característicos de su poesía es la minuciosa reflexión filosófica sobre el paso del tiempo y la identidad: “hoy que amaso con sombras / la corrupción del tiempo y que en el viento / adivino la voz de la memoria” (Una voz en la memoria); “Recuérdate en el tiempo y no te duelas” (Remember When You Were Young); “Cuando me opongo a hablar de mí conmigo, / oigo el hondo vacío del pasado” (Inventario del insomne). Después de inventar e inventarse, de reivindicar regiones fingidas, desdoblarse en decenas de poetas decadentes, ¿qué queda detrás de lo que está velado?: “Mírate allá en el tiempo, / que no es nada. // Mírate allá en el aire, en lo que eres” (Escrito en la arena); “El pasado eres tú donde no estás” (Paréntesis). Un cuestionamiento anticipado del devenir sin sentido: “Hay algo en la vida, lo sé, / que se parece al sueño recurrente de un astrólogo ciego / o al vendedor de pájaros que teme / que su mercancía eche a volar de pronto y lo arruine” (Nostalgia del poeta surrealista de mis 16 años).
No es óbice para que en Confidencias recree a lo Gil de Biedma una vida de noctámbulo y algo canalla: “Como todos los jóvenes, yo también he buscado / esa luz inquietante que brilla en la aventura. / Como todos los jóvenes he arrastrado mis sueños / por el fango celeste de la vida nocturna. /…/ Todo cansa y aburre…” (Confidencias). Y que también admita el engaño de la noche: “Te engañaron los libros con respecto a la noche. / Tú buscabas su brillo y su desgarro /…/ Y añoras su reflejo sin embargo” (La noche artificial). A pesar de cualquier ironía, en Trío de ases lo resume: “Tres cosas temes: / la noche, / el sufrimiento y la memoria”.
La identidad como lo desconocido subyace en los poemas donde la influencia de Borges, o del barroco, o de Juan Ramón, es más visible. Poemas como El intruso; “No eres / ese que eres. No eres tú, / en tus derivas. El espejo adelanta, / como algunos relojes, y se produce / un efecto discordante de anticipación: / la imagen que presagia la final, la venidera /…/ Tu tiempo contra ti. Tú desde el tiempo” (Aprendizaje del espejo); “¿De quién vas a vivir en tu espejismo?” (Vértice); “Conforta este saber misericorde: / ser también lo que nunca sabrás de ser, // y arrastrar por el mundo ese fantasma” (Dos). En la poesía de Benítez Reyes uno nunca sabe si la identidad es lo que define o es el Otro, el extraño: “tu convivencia contigo mismo, / es el más extraño ––para ti–– / de todos los personajes que pueblan el reino imaginario en que has sucedido (La vida no sería más que oropel y hojarasca).
En Felipe Benítez Reyes hay una nostalgia de lo no vivido: “En tantísimos años visitaste / lugares en que nunca estuviste ni estarás” (En ningún sitio). Junto a la idea de infancia como la esencia, está su identificación con el paraíso, los años y sus paisajes, la playa, el cine… Por eso es más doliente verse tras el paso del tiempo cuando recrimina “Quemaste el paraíso para ver cómo ardía” (Las identidades). El tono elegíaco ante lo perdido tiñe de melancolía bastantes autorretratos seleccionados: “Yo he sido el timonel de un barco hundido” (Alocución del navegante). Es el paso del tiempo quien define a base de borrar: “Ya no es tuyo ni el tiempo que robaste” (La nueva edad); “Todo lo perderé salvo el recuerdo / de los días aquellos luminosos / en que la vida aprisionaba con firmeza / la flor caudal y humana / de una ambigua emoción inexpresable / que cada cual concibe / como felicidad” (Elegía).
No está toda la poesía de Felipe Benítez Reyes, hay muchísimos matices, temas, procedimientos que quedan fuera de esta pequeña selección, pero sí que está todo Felipe Benítez Reyes en estos poemas, desde la melodía del poema, el tinte de las emociones, el tono de la ejecución, la brillantez de los cierres…
“Otro año, mi vida. Y nosotros buscando
la llave que nos cierre la llave del pasado
para estar en el tiempo,
que nunca es el ayer sino el enigma,
que nunca es regresar sino perderse” (Cumpleaños)
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