Lucía Bleusvet se corresponde con Lucía Bonilla Molina, cantautora y artista plástica. Sus poemas están en varias antologías y en Las alas de los pájaros que huyen, que mereció el accésit en XIV Concurso de Poesía, Universidad Autónoma. Coordina la tertulia poética La Errante Poesía. En el prólogo de Verónica Aranda se insiste en que su poesía es una forma de autoconocimiento. Y, efectivamente, desde la primera sección, Vacío, encontramos versos dirigidos a poner negro sobre blanco apuntes de autoconocimiento (“Esto es un canto al vacío. / Soy un cuerpo en reverso desnudo”, Disnea; “Yo quería / engullir la belleza, / huir la tristeza, / comerme la luz”, Desayuno), tanto como algunas certezas (“Las flores del invierno son las más puras. / No es tarea fácil florecer en condición adversa”, Agreste).
Sin embargo, son los versos de desamor los que predominan: “La desdicha: tu nombre te desdice” (Tu nombre, es decir, el mío); “Me entrego a ti como se entregan / los leños desnudos al mar tras el naufragio” (Ataduras). Paralelamente, la confianza vital, “Vivir no es esperar, sino esperanza” dice en dos poemas, La hora azul y La hora dorada.
El vacío se va haciendo consistente en la segunda parte, Trasluz, una especie de toma de conciencia de la Adultez; “Crecer es denso y cansado/…/ No hay eclosión posible / sin el extenuante tránsito”. Lleva citas de Sylvia Plath y Emily Dickinson y el tono es muy cercano a ambas: “Soy ajena a mí misma: / no me encuentro /…/ ser mi propio centro: / todo en contra. / No desisto” (Ímproba loba); “No sé dónde está la herida, / pero sangro”.
El conocimiento se va demostrando en la aparición de líneas, conexión, hilos… así como en la dureza que supone la conciencia, muy gráficamente señala: “La verdad a una mano demasiado abierta / como para quitar la cara” (Bofetones). El proceso es un deseo claro “Ansío / adentrarme en la profundidad de las cosas” (Azogue), pero, sobre todo es un proceso: “Ya me acostumbré a todo: / al piar de los gorriones a la venta, / a la altas verjas y su chirriar ocre /…/ Ya disfruté de todo: / de la libertad, la soledad, las lecturas, /…/ Mis maletas pesan. / Muchas meses después, / giro la llave de esa puerta morada / por última vez” (Chambre 118). Explícitamente Lucía Bleusvet considera la literatura una forma de conocimiento: “El arte es consecuencia de la vida, no la precede” (Artista). Esto no quita lirismo ni intensidad emocional: “Hay días en los que acuno mi tristeza / como si fuera un lirio blanco y frágil / en un lado del pecho y lo germino” (Preludio).
“… Hay lo que ya soy
que, sin embargo,
desconozco todavía” (Tragados)
Alumbramiento implica, en cierto modo, la llegada a la madurez y la conciencia como renuncia: “Quizá sea hora de aceptar / que no encontraré lo que busco /…/ Quise ser hora / de convivir pacíficamente con la ausencia”. La finalidad de estos poemas se enmarca en este contexto: “Escribo para que, en el futuro, / otra como yo / –otra como yo, pero distinta a mí–/ me lea / y se reconozca” (Genealogía); “Me he construido / un refugio de paz donde los pájaros vuelan, / pero no dicen a dónde” (Lapso sublime). El conocimiento da poder, aunque sea el autoconocimiento, o especialmente el autoconocimiento: “El embrión de la libertad / y de ser dueña de una misma / reside en el conocimiento” (Hacia una luz siempre más y más nítida).
Aunque, también se descubre como un ser para el afecto y la emoción: “Soy un territorio poblado de afecto; / en mis manos / crecen amapolas” (Fértil); “caricias es una palabra ondulada, / una sed transparente, el sutil / movimiento peristáltico / imperceptible del roce suave” (Piel); “El amor anida en mí de forma cóncava” (Infancia); “Sobra la arena, desnuda, tu cuerpo / y mi cuerpo espumoso, la mar lo embebe y te ama” (Boceto).
Este no es un poemario sombrío o nostálgico, no se ampara en las sombras, sino en la luz, en la esperanza, literalmente, titula un poema Fiat Lux: “La eclosión es circular e impredecible. / En la esperanza, todo existe”.
La última parte es, más que un libro de estilo, aunque se llame Poética, una declaración vital de intenciones: “En el centro de mi ombligo albergo / vértigo, / nombre y apellidos” (Grava). Es una asunción del oficio de poeta: “Ahondarme en el lenguaje / como ávidas manos hundiéndose / en la negra tierra húmeda” (Busco la palabra); “A veces, procrastinar el poema / desperdicio la vida” (Pretensiones de poeta). El objetivo marcado es “Encontrar / la belleza de la lógica” (Poesía) y las armas para conseguirlo: “Escribir en / una legítima defensa” (Oficio de poeta). Un delicado poemario donde rastreamos versos intensos, lírica incipiente y una vitalidad transformada en labor cotidiana de escritura.
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