José María Souvirón(Málaga, 1904-1973) es, sin duda, uno de los poetas olvidados del 27. Conocimos de él por la extraordinaria labor de publicación de sus Diarios por el Centro Cultural Generación del 27 a cargo de Javier LaBeira. Tuvo su momento de popularidad con algunas novelas (especialmente Cristo en Torremolinos, Rumor en la cuidado, El viento en las ruinas). También se destaca su ensayo El príncipe de este siglo.La literatura moderna y el demonio, del que estaba especialmente orgulloso y por el que le fue concedido el Premio Nacional de Literatura en 1967.
Como poeta su figura ha sido oscurecida entro de su generación y, aunque era amigo de Altolaguirre o Pablo Neruda y conoció a Lorca, tomó partido por los sublevados tras la guerra civil por lo que se le asocia más a Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco o Luis Rosales. Sin embargo, empezó su trayectoria poética con Altolaguirre, con quien fundó la revista Ambos. Colaboró con otras revistas literarias: Litoral, La Gaceta Literaria, Cruz y Raya y Caballo verde para la poesía. Ya teníamos una recopilación de su labor poética en Poesía entera 1923-1973 (Ediciones Cultura Hispánica, 1973). El volumen que nos ocupa rescata los primeros libros, más influidos por las vanguardias, completados con poemas dispersos en revistas de la época: Górgola (1923), Conjunto (1928), Fuego a bordo (1932) y Plural belleza (1932), estos dos últimos publicados en Chile donde el autor pasó largas temporadas. Podríamos considerar, según el autor, que los dos primeros son una tesis, los dos siguientes la antítesis mientras que la poesía posterior a 1936 es la síntesis.
La edición cuenta con un prólogo del sobrino del poeta, José María Souvirón Morenilla quien realiza una presentación. Se sigue un estudio preliminar del editor José María Barrera López, Doctor en Filología Hispánica, quien ha ejercido como docente e investigador en la Universidad de Sevilla. Es especialista en vanguardia histórica (ultraísmo, Cansinos- Assens, Altolaguirre, Emilio Prados, Salinas, Cernuda…) y poesía moderna (temas sobre los cuales ha sido galardonado como por ejemplo con los Premios Giner de los Ríos (1985), Ciudad de Sevilla (1989). Su tesis versó sobre la obra de Pedro Garfias. Reseñable también su faceta como crítico literario. Ha sido vicepresidente de la Asociación de Escritores y Críticos Andaluces.
De Gárgola (1923) sobresalen algunos momentos de compromiso con la poesía: “El poeta no busca admiradores como los demás artistas: el poeta admira”; “Qué importa que los gusanos / se rían desde la tierra / si el poeta está contento / y su canción está nueva!” (Luz infinita). Y, a diferencia de los ultraístas más ortodoxos, abundan las referencias a lo popular, quizás más cerca de Lorca: “Niños del Jardín Oscuro / ¿dónde el amor está muerto?” (Motivos populares); “Un tropel de beatas / corre detrás de un búho /…/ Bailemos tan macabros, / la danza de los túmulos”; “Un búho sobre un olivo / da las notas de la muerte. / ¡Qué miedo, mis pajarillos ¡ / Dormimos. Todo se duerme” (Derceuse de los pájaros). Sin embargo, sí que disfrutamos de los poemas dedicados a lo moderno como contrapunto a lo tradicional: “Un barco pintado de bruma / el otro se fuma un gran puro. / Se nota muy bien porque sopla / y arroja un prodigio de humo. // ¡Tilín! Las monjillas que tocan… / ¡Qué buenas serán las monjillas” (Berceuse a la ciudad, Alborada); “Diesi rae… Sobre el mármol / hay un poema sangriento. / Está la flema de un tísico / bailando al son del panadero / y Lenin viendo a la flema / extático, mudo, quieto” (Ira).
El segundo libro de poemas de Souvirón llevó como título Conjunto (1928) y en él se encuentran motivos más vanguardistas: “Cantos a flor de tierra / limando –en lentos días– / la reja indescifrable / de las casas huídas. / Apasionadas flores, / primavera benigna” (Definición 1ª); “Todo el misterio era, / fino como una pluma” (Idilio); “Las veletas en flor / en sol crucificadas. / Ventanas abiertas en sueño / pasajero: Mirada” (Definición 6ª). Hace gala de una querencia hacia la metáfora como esencia poética: “Como una gota, la hora tiembla y cae” (Noche). En palabras del propio autor, “Creo que Conjunto es propiamente el libro con que comencé mi camino poético, el que influyó pese a circunstanciales variaciones en el tono predominante en mi obra lírica sucesiva”.
Fuego a bordo (1932), como decíamos, fue publicado en Chile y está impregnado de poesía amorosa: “Lo llevo todo en ti / y lo llevo conmigo. / Lo demás, lo que yo no quiero, queda / olvidado en la playa” (Partida); “Ahora la luz y el aire son míos en tus manos / y esa voz tuya es / la vibración de un mundo / ¡que no me importa nada / si no lo veo en ti!” (5); “tú me decías cosas, sin hablar, con los labios” (Ville d’Auroy); “«Te adoro» –Y se llenaron / con estas dos palabras / todos los ríos en el mundo entero”.
Asoman, sin embargo, algunos otros poemas más desgarrados, símbolo quizás de los desengaños: “Desnudo y sin corona, con reloj de pulsera / y un gran cuchillo para desgarrar tiburones” (6); “Es un ruido imposible de voces de mujeres ahogadas, / de brazos que se asoman sobre altas espumas / de burbujas que suben desde donde los peces / han inventado un cielo sin el sol ni la luna” (16). Y, por supuesto, algunos otros que tienen que ver más con el los problemas existenciales: “Camina el mar o nosotros? ¿Quién navega? / (El mar, sin que lo dejas / recomienza)” (Canción con lagunas); “Descarta todo ritmo que no sea en un sueño” (Calma).
El último de los libros incluidos es Plural belleza (1936). Es un poemario donde la luminosidad fruto del apogeo del idilio reina: “¿Es el día, o eres tú, Amor, quien amanece?” (A la hora de todos los días). Personalmente destacaría dos poemas por su belleza, Primavera y Regalos: “Para tus regalos este bazar grande donde todo es tuyo /…/ Elige para el gozo de tu día lo que quieras / y guarda en cada vez un regalo distinto. // Escoge. Ahí tienes rosas, que se encienden de pronto /…/ Allí, piedras del mundo; desde la piedra seca / como era mi sencilla soledad hace tiempo /…/ Y estos colores: El que toma el polo magnético / cuando se ahoga un niño en un río de Suecia”.
En contraposición, el poeta destila versos con un tono más existencial “Es la angustia viril de no entenderse” (Silencio inexplicable); “Salté del gran trapecio de la zona del Norte / al otro trapecio del Sur, sin un temblor /…/ Tuve en mis manos la manzana del mundo / y para cogerla me subí al Árbol de la Ciencia” (El caminante y la manzana). El léxico se hace más provocador (“Igual pus en el ojo de la fiesta / que en el cerebro del que busca engaños / para hacerse al de abajo la protesta”) y las intenciones más crudas “Si te amara, sería por tu abulia” (Diálogo de Gundemaro y Parafina).
Quizás de mayor interés bibliográfico son los Poemas dispersos en revistas (1917 /1931), que tienen una dificultad mayor para su consulta. Podríamos destacar algunos versos en los que se conjuga el deseo de experimentación con la recuperación de la lírica tradicional que tan alto llevó Lorca: “Sentirás un amor nuevo, claro y sutil. / Deshecho ese temor que lo alegre te niega/…/ Tienes, como la diosa griega, el cuerpo de marfil, / y el caballo de oro, como la diosa griega” (Crisoelefantina); “Al fin, el arco. El humo / del matiz se desvela /prematuro, buito, / sin luna y sin estrellas” o “La danza de estos salvajes que tengo dentro me llena de olor a carne quemada / Pero ya mi corazón está lejano de todo como un poniente dosido / en lo que no ha de venir. En otro cinco de Enero sin lanzas ni cañas dulces” (Cantil). Son ejemplo de la amplia paleta lírica de este poeta semiolvidado y plenamente reivindicable.
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