Celia Corral Cañas es licenciada
y doctora en Literatura española y actualmente es profesora en la Facultad de
Filología de la Universidad de Salamanca. Ha conseguido varios premios en
relato breve y poesía y este es su primer poemario que cuenta con el prólogo de
Rafa Pontes. Se trata de un libro conceptual alrededor de la animalidad del ser
humano, la “máxima expresión del humanismo”, como nos resume el prologuista. La
autora va eliminando capas para que se escuche la voz de animal que está oculta
entre las capas de artificio y tradición: “¿Por qué los animales? Me preguntas.
/ ¿Acaso los conoces demasiado? // Y se asoma una ardilla en tu pupila”.
Parafraseando a Terencio concluye que “Nada de lo animal me es ajeno” (Animal soy).
Desde el punto
de vista formal encontramos poemas cortos, micropoemas, haikus y otros de mayor
entidad en los que se da rienda suelta a la musicalidad y a expresar las ideas
más desarrolladas. En este volumen podemos apreciar sintonías como con María
Sánchez y su Cuaderno de Campo por su
cercanía con el mundo natural, pero sobre todo con David G Lago y Animalicémonos (donde precisamente se
cita este libro): “El animal herido que hay en ti / presiente en las palabras
un consuelo / y lame con cuidado los recuerdos, / la sangre del terror, la
cicatriz”.
La animalidad
se va mostrando en diferentes hábitats y con diferentes sentidos cubriendo
todos estos aspectos que el instinto mantiene: “Como todo es posible en el
océano, / en él viven suicidas, maremotos, / naufragios y navíos, sol y luna” (El océano); “Porque aunque se descubre
elegante / … / no olvida su pasado de gusano, / recuerda el mal sabor de lo
terrestre / y sus alas palpitan cuando sueña / que aún repta su estómago en el
suelo” (Trastienda).
El laberinto cuenta con una araña lo que
Germán Coppini en aquella locura de Colecciono Moscas. En La lenta crueldad de lo invisible centra
su atención sobre la medusa: “Mortales e inmortales las medusas, / temidas y
admiradas como diosas /…/ Porque son divinidades marinas / carecen de cerebro y
corazón.” No es una metáfora el animal del hombre, además de aprovechar ese
recurso, hay también una voluntad de acercarse a la vida animal en sí misma,
como un zoólogo. Así como la relación con los humanos. “Primero nos amaron como
a santas, / símbolos de la paz, nos definieron. / Ahora, sin embargo, nos
detestan, / nos llaman, con desdén, ratas aladas //. Nosotras solo somos las de
siempre. / Nosotras siempre les tuvimos miedo” (Hermenéutica).
Uno de los
aciertos es superar la alegoría con sentido del humor como en Fratricidio: “Mirar al otro lado del
cristal / de la pecera es descubrir el torpe, / absurdo y sinsentido movimiento
/ de un puñado de extraños animales. /… / No tendrán nunca sus extremidades /
la bella agilidad de mis aletas” (Pecera).
Y sobre todo quitar cualquier intención moralizante, no son animales de fábulas
didácticas.
Apoyándose en
citas de Benedetti, Carlos Edmundo de Ory o Miguel Henández, las inmensas
posibilidades de comparación con cada uno de los animales permiten a Celia
Corral explorar distintos comportamientos humanos y mostrarse a la par intensa
y pasional como analítica: “Quizás nosotros solamente somos / dos pájaros
volando libres, jóvenes, / dos pájaros nacidos de los ojos / de una persona
inmóvil en su jaula” (Quizá nosotros).
“El miedo nos
devuelve nuestras garras,
nos recuerda
la fuerza de los dientes;
el inmenso
poder de nuestra ira
despierta en
nuestro cuerpo sus instintos.
Todos seremos
bestias en la selva.
Sin párpados,
sin labios, sin metáforas.
El mundo será
entonces la gran jungla,
un bosque
enfurecido, un bestiario.” (Regresión)
La segunda parte, empieza con
haikus: “Nuestros fluidos / nos recuerdan que somos / solo animales”; “Nuestra
informática / no intuye terremotos / sí las hormigas”; “Es el humano / el peor
animal / para el humano”. Son especie de sentencias y máximas para luego
recuperar un aliento mayor en la tercera parte: “Del techo de las piedras
comprendió / la historia de las flores y las ruedas, / … / la sal de lo
terrestre le enseñó / a ver con otros ojos a las nubes / a imaginar el mar como
un planeta, / a entender la ilusión como parábola, / a amar la entereza de los
árboles”. Esta última parte termina también con poemas de dos versos volviendo
al tono de sentencia: “La voz de elefante se parece / a la piel pensativa de
esta noche”; “si atiendes a la lluvia escucharás / el lobo enfurecido que
custodias”
Con el tema de
las edades se pueden hacer comparaciones, desde la fila de patitos símbolo de
la primera infancia a las cebras adolescentes y a la figura mítica de Juan
Salvador Gaviota. Terminaremos con la madurez de la tortuga. Quien lo probó lo
sabe.
“La nube de mi
estómago habitan
dos aves con
cristales en las alas,
mariposas
risueñas pero tímidas,
un erizo de
mar junto a un caballo
de tierra con
un nido de dragones
recién nacidos
bajo la tormenta.
Por eso a
veces oyes mil maullidos,
oleajes
nocturnos, esperanzas
y la eterna
canción de lo imposible”
Y a continuación la autora prueba a mostrar lo que se
aprende de los animales:
“El
perro me enseñó a ser amada.
El gato me
enseñó a ser amante.
El pájaro, a
pensar la libertad.
El hámster, a
apreciar la inteligencia.
Los peces me
enseñaron a temer
el lado más
viscoso del suicidio.
Los dragones,
por último, a admitir
que nada es
imposible en la tormenta”
En el universo de Celia Corral
conviven este tipo de imágenes y referencias con otras más contemporáneas como
Murakami o los anime: “Tenía un unicornio en la mirada /…/ las sombras de
Totoro entre la lluvia /…/ y mando las escamas de las piedras de este terreno
de caminos rectos / cosieron mil heridas en sus párpados, / huyó a algún lugar
desconocido / más allá de la luna de la luna”. El largo poema La oscura intimidad de la medusa, por su
parte tiene un lejano parecido con Qualsevol nit pot sortir el sol de Jaume Sisa: “Tu carne sabe a
historias y a animal. / eres solo real; solo inventado /…/. A veces quien
escribe, otros quien lee / y otros, como ahora, el poema /… / Me preguntas por
qué este bestiario, / aquí esta zoología de extravíos. // Y en tu sonrisa se
columpia un búho”.
Démonos
un paseo por el lado salvaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario