Elena Román es
cordobesa aunque reside en Toledo. Ha recibido tanto premios de poesía como de
novela y son destacables sus poemarios Ocho paradas en la arena (Fundación
María del Villar Berruezo, 2006), Dagua
(Villa de Pasaia, 2008), A propósito de
los cuerpos (Littera Libros, 2008), Hogares de paso (Constantino Félix
Maraña Sánchez, 2008), Veintiún bisontes
(La Bella Varsovia, 2008), Lo circense
(V Universos, 2008), Destrucción de
algunos tópicos sobre lo incierto (Olifante, 2011), Esta dichosa ansiedad doméstica (Devenir / Juan Pastor, 2011), Diario de un ascensor en un bloque de dos
plantas con azotea (Diputación de Granada, 2011), La bombilla incandescente (Edigol, 2011), I.M.I. (Nausicaa, 2011), el ebook Zaquizamí (Descrito Ediciones, 2011), Autosuficiencia en la (Liliputienses 2012), Hombre desatornillando caminos (Constantino Félix Maraña Sánchez,
2012), Será genealogía (La isla de
Siltolá, 2012), Vernier (Ayuntamiento de Losada, 2014), Hay menú económico (La fragua de metáforas, 2015), Ciudad girándose (Baile del Sol, 2016); Pan con pan (La isla de Siltolá, 2016). Suya
es una de las voces más personales de la lírica actual, especialmente dotada
para el manejo de lo onírico y las técnicas heredadas del surrealismo.
Concretamente este volumen está
totalmente orientado en este sentido: “He aquí una gran parte de los sueños que
he tenido desde finales de 2015 hasta finales de 2016”. Puede hacer gala de
cierto desaliño en sus versos, como decía la propia autora: “Los versos que más
me gustan / son los de medio kilo, / los que parece que no están / hechos del
todo pero crujen” (Preferencias por) en Autosuficiencia
en la (Liliputienses, 2012).
Las metáforas y el uso de
imágenes son el punto clave para esta poética: “Tiene que haber un sistema para
ordenar el neceser / de forma que quede libre un compartimento / para el frasco
de la ternura” (El frasco de la ternura);
“Lo minúsculo no se puede coser”. El otro punto de apoyo es la estructura, en
cierta forma narrativa de los poemas, que, además, se van enlazando en una
única historia subyacente: “Iba a amanecer y esperaba / que el hombre a quién
amé / durante más de un lustro / llegara para concretar entre los dos / cómo
podíamos bailar / y de qué nos disfrazaríamos” (Amanecer como verbo). Narraciones en sentido estricto (Helado sobre helado; “No se ha subido el
caballo y me dice / que está cerca el tornado / y que podemos irnos a casa / a
caballo los dos” (Futuro inmediato:
funeral), escenas (Rock chino)… Y
sobre todo viajes (Por lo suelos; “Así,
no voy a llegar tarde / porque el tiempo se ha prolongado / para que me vaya /
cuando estaba dispuesta a quedarme”, Si
me quedara; “Hoy es el último día / y ni siquiera he empezado con el
equipaje” (Maleta en la orilla). Un
símbolo muy recurrente es la maleta, como elemento básico del viaje, como
memoria, como identidad, como pérdida y la angustia.
Como materia de los sueños están
los deseos, recurrencias, miedos, la angustia sobre la pérdida (Del Hotel); “Me preocupa lo que
significa / y me emociona lo que predice” (Ser
un insecto). Metamorfosis de paisajes, de rostros, de situaciones,
metáforas de un mundo líquido e incomprensible que apenas podemos intuir:
“Aunque sus intenciones son amorosas, / yo no quiero que me encuentre, / me da
miedo” (Tornillo). No podemos evitar
sentir cierta claustrofobia al introducirnos en este universo onírico de Elena
Román en el que parece que no existe la posibilidad de salir “Me enamoré del
hombre y me siguió a la casa, / le dejé pasar y cerró la puerta /… /. A pesar
de la confusión y el horror, / continuaba siendo la casa más bonita del mundo”
(La casa más bonita del mundo).
Lugares que invitan a la claustrofobia, los cuartos, el baño y a la inmensidad
amenazante del mar y las orillas.
Escenas de angustia como los exámenes: “Estoy haciendo un examen / y en
algún momento advierto / que una mujer me mira desde la puerta /… / y continúo
respondiendo / hasta que llego a la pregunta / en la que se me pide que diga /
quién es Elena Román” (Nota alta).
Figuras amenazantes: “El demonio es pequeño / le muerdo la cara /… / Una
anciana da a luz antes de morir / a una niña pequeña / y esa niña tiene / la
cara de una anciana / antes de morir: / su voz me revela / que debería morderle
la cara” (Morderle la cara).
El contrapunto también aparece,
la posibilidad de la belleza y la felicidad: “Se hace de noche y es hermoso /
ver el mar tras las ventana / y absorber la tranquilidad necesaria / para el resto
de nuestra vida” (La clave es bajar);
“Y cuando levanto la cabeza descubro / que el amanecer es maravilloso” (Vigilia).
Difícil e inútil pretender
encontrar las claves explicativas para unos textos que premeditadamente avisan
que son oníricos. En todo caso, disfrutar de las imágenes, de las situaciones,
entenderlas a través de la piel en sus contradicciones: “Tengo que reconocer
que en el Sáhara se está bien, / en esta casa construida en el fondo del
océano, bajo las dunas, / y eso que al principio me agobié un poco / porque
para bajar tuve que aguantar la respiración / hasta que se me acostumbraron los
pulmones” (La vida en las casas del
océano); “Y llegó, por fin, a la plaza cuadrada / y a la parada del
autobús, donde no está mi pensamiento. / No me sorprende, / me lo robaron
porque lo dejé ahí, solo” (En lo cuadrado
se enchufa mi pensamiento).
Hasta cierto punto puede parecer
inevitable la presencia de Kafka (La
cucaracha barroca) –aunque no encontremos huella lorquiana en estos versos–
cuando lo que se intenta transmitir es el sinsentido: “Se trata de explicar
quién soy, / de dónde vengo, / a dónde voy / y contar lo que quiero sobre mí” (Antes/Después). Todo da la sensación de
ser un símbolo por el hecho de decir que son sueños. En realidad, la realidad
está poblada de símbolos. Se recurre a la escritura automática, no de palabras,
sino de acciones y queda un cierto regusto al Bob Dylan más críptico (Media mitad a medias): “Somos muchos
esperando / en el Registro Mercantil. / Tengo que escribir un cambio / de una
empresa de la que no sé nada / y tengo que inscribir también / aunque no
proceda en este organismo, / un nacimiento y la renovación de un DNI” (Aunque
no proceda)
El libro se plantea como un
interrogante, como una investigación ontológica, pero lleno de ironía, Invita a
interpretar más allá de los tópicos sobre los sueños; como si pidiera ayuda en
la interpretación de uno sueños una vez descartado Freud: “Y hablo con él y me
enamoro… / como en todos los sueños” (Hacia atrás vuelo y me enamoro). Y, como
en los sueños suceden muchas coas: “Visito a la familia del hombre a quien amé
/ durante más de un lustro / y su casa ha mejorado porque / han arreglado el
jardín / y han puesto una piscina donde paseo” (La jirafa loca);
copiar (En la isla)
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