miércoles, 22 de enero de 2020

Reseña de Ana Pérez Cañamares: ‘Será ser mujer’. Planeta Clandestino #220. 6-2019



De los muchos aciertos de la poesía de Ana Pérez Cañamares está la conjunción de forma y fondo, la necesidad imperiosa de expresión y la contagiosa guerrilla en la que está inmersa: “este striptease que hago cada día / bailando alrededor de la barra / es pa cia do ra / no es más que un truco de guerrilla / para dejar sin armas ni argumentos / a quienes pretenden atacarme / esgrimiendo mis secretos” (Por qué escribo). Es capaz, como pocos poetas, de celebrar el amor sin codependencias, es capaz de practicar el combate sin perder la cualidad poética. Concibe, además, las entregas como un todo en el que las partes valen como poemas y el conjunto ofrece un mensaje claro y contundente.
                En esta preciosa plaquette de Planeta Clandestino que recoge poemas desde 2006 a 2019 asistimos a la dialéctica entre la fortaleza necesaria y percibida frente a la fragilidad y el desánimo.  La condición de mujer es tomada como punto de partida y como elemento configurador de una batalla, de la desigualdad que se perpetúa entre generaciones. Es la senda de Querida hija imperfecta  (2019), que no deja de ser otro frente más de la Economía de guerra (2015). Personalmente agradezco una poesía pueda llevar con orgullo la etiqueta de feminista.
                También agradezco, y esto es más íntimo, un inicio, Espejo que me haga recordar la canción Afterhours de The Velvet Underground: “Y ahora dejo el libro / vente al espejo / y mírame”. La fragilidad de la inusual voz de Maureen Tucker contrapesa y hace de medida para la fortaleza de la que se habla tanto en estas páginas.
                Una aventura llena de vicisitudes, en la que el yo personal –no digamos el yo poético– se debate entre la subsistencia y el camino: “La que yo era se ahogó en el mar / de las infinitas posibilidades. // No la extraño. La vida empezó / cuando aposté y perdí. // En ese momento el agua se tensa / y se convierte en camino” (Andar sobre las aguas). Porque, en el fondo, la cuestión de la identidad (“Gracias a aquello, soy esta: / la que conoce el precio de los peajes”; “Todos fuimos mayordomos / de las apariencias asesinas / de nuestro yo verdadero”) se solapa con la sororidad (Pocos saben que tengo otra hermana) que no es sólo la empatía con todas las mujeres del mundo, es la identidad colectiva.
“Hay una fila de mujeres detrás de mí
y miro la nuca de la mujer que me sucede
/…/
No estamos calladas aunque no hablemos
/…/
No somos un desfile ni una procesión
 /…/
Ahora estamos celebrando que hay
una mujer delante y otra detrás”
Ana Pérez Cañamares es poeta, y eso se plantea como más importante que su denuncia. Tal es la mirada que se posa en el pequeño universo alrededor, el de los afectos concretos (“El amor está con cómo interpreto todo: / lo mala traductora que soy”, Los errores que no están en mi vida), como en la sensación vital exterior (“Los hombres nos comprendemos / el mundo es un peligro a nuestra disposición”).
Como en el resto de Querida hija imperfecta, asume ambas voces, ella es las dos, como hija y como madre: “Mamá no estaba. Yo era la madre / la hija y la comadrona indiferente”. Es una postura esencial por cuanto ser una implica deshacerse en la otra: “Pero cada palabra hizo ansia / y ahora soy más ancha que al principio: / sé que al irme dejaré más espacio”. En cambio pretende ser el eslabón y el escudo, la rémora y el enemigo: “Bien puede una madre / pasar de defensa a atacarte / cuando intenta jugar el partido de su vida”.
La vida es sufrimiento, nos legó Buda, y como tal debemos aceptarlo: “Al principio fue el verbo y el dolor” (Fibromialgia). No solo es una situación personal concreta, es una manera de entender el mundo y nuestra relación con él: “Nuestro Señor del Eterno Cansancio. / Padre nuestro, concédeme ser lenta / en el aire que pesa como un pecado”. Sin embargo, no podemos olvidar que en el reparto estamental de las labores y los trabajos, “Resucitar resulta extenuante / cuando quien lo hace es solo una mujer / que se inventa de nuevo a sí misma / y se sube a bordo de otra vida”.
“Mujer: mapa cifrado que no me entrega en destino.
Horizonte que la crece a mi espalda.
Tanto fin de tenis, tablón suelto en palacios”
Detrás de las declaraciones de principios y las consignas de la voluntad descubrimos ahora la cualidad de eterna máscara, la necesidad de fingimiento como elemento vital, como modo de lucha, como supervivencia: “En una de mis vidas aprendí el secreto: / si eres constante al fingir la alegría / ella te guardará fidelidad.  /La llama que no la reconociste / cuando te fue a esperar a la estación”.
Es el segundo poema de esta selección el que nos deja sobrecogidos, un poema absolutamente desgarrador:
“Entonces ¿tú también me ves así? ¿Tú también me ves fuerte?
/…/
Así que tú también me ves fuerte
serás de los que te sorprendas
el día que me desplome;
insistirás en que nunca me viste
dar una señal de debilidad
o de abatimiento. Te equivocarás como todos
y no podré culparte:
toda la vida llevo apoyándote
en esta fama de fuerte.
Solo yo sé que la fama camina
sobre muletas podridas”

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