Mobiliario básico es el segundo libro de poemas de Antonio Revert, “jurista
de profesión, poeta por vocación”, muy cercano al movimiento Voces del Extremo.
Cuenta con el prólogo de Antonio Orihuela quien lo define como un poemario “de
supervivencia, de búsqueda de asidero, de rememberanza, de ajustes de cuentas
con el pasado y, sobre todo, un canto donde el amor a los cercanos y os
lejanos, un hombro compasivo incapaz de soslayar el dolor del mundo”. Este
volumen oscila entre dos planos complementarios, el más íntimo (Muebles de interior) y el social (Muebles de exterior), sin que ninguno de
los dos deje de ser combativo.
En Muebles de interior se parte del círculo más cercano, de los
objetos (“Una fotografía. / Todo el dolor un rectángulo”, Paralelogramos; “Pero también hiere después del suelo limpio / como
el olvido de lo que fuimos” Sábado de
limpieza), de las personas (“Ningún niño quiere vacaciones / si no tiene un
lugar al que volver”, Sobremesa de
domingo de verano), o de uno mismo (“Con mi disfraz de adulto / practico la
indiferencia, / fingir que podré elevarme / cuando tú ya no me busques”, “Agobión”).
“Despedazado el tiempo,
queda el sendero incierto del
frío reiterado
y del descenso inacabable
desde el útero materno
hasta el puñal inconsciente
del yo rupestre que subyace” (Pecado original)
Esta podríamos decir que es una
sección más lírica (Ciudades en otoño),
con los sentimientos intensos y dolorosos: “La muerte de mi padre / me
reclamará un poema. / Solo espero / que me duela, / que no finja el vacío que
dejará. /…/ Hijos perdonándolo todo, / pasando una página que era de hierro” (Guerra preventiva); “Y así transcurren
las tristezas” (Martes que se fue).
El
acontecimiento fundamental de convertirse en padre otorgó unidad a su primer
poemario publicado y sigue manteniendo su sombra en estos versos: “Uno se cree
rebelde / yendo y viniendo de su tierra, / flotando entre aviones / como si
fuera un escritor de fama / y su vida más interesante que la de otros” (Pensamientos cuando miro mi tarjeta de
embarque); “Envejecemos / y morimos
como adultos. / Pero el niño asfixiado permanece, / su tristeza se funde / con
la de los nuevos colegiales” (Invierno en
Alicante otra vez). En Muebles de
interior predomina el paisaje de la infancia: “Pero por mucho que me
esfuerzo / nunca logro ver sino un inmenso bosque, / siempre el mismo bosque, /
donde el extraño ve la tierra yerma. // Y dentro del bosque, / en todos los
casos, / perdido aún, un niño, solo, / abstraído jugando con las piedras” (El secarral); “Ha desaparecido la ciudad
donde creciste” (La ciudad donde creciste).
Con todos los sentimientos asociados a la infancia y a la familia: “No hay
quietud gratuita” (Amenazas nocturnas);
“Y lentamente, / te vuelves a morir de miedo, / como en algún momento de la
tarde, / todas y cada una de las tardes” (En
algún momento de la tarde); “Volver
a casa / es volver al dolor /…/ Nunca sales de la vieja casa / sin equipajes,
heridas” (Familia). Un lugar especial
para los recuerdos de los que ya no están: “Déjenme llorar / por las manos de
mi abuela” (Las manos de mi abuela).
Que el punctum de los poemas sea familiar, en
todos los sentidos, no los aparta de una visión más amplia: “No tuve hermanos
mayores. /…/ Pero me crie solo. / La música de mis padres adoptivos / no sonaba
en aquellos sitios / adonde iba con mis padres biológicos. // Así que cuando se
muere Leonard Cohen o cualquiera de mis padres adoptivos, / no acudo a los
respectivos sepelios” (Padres ausentes).
Cuando no directamente social: “Aylan me señala con el dedo / Mi abuela
también” (El niño Aylan y mi abuela).
Precisamente
la contraposición entre lo íntimo y lo social llega a cuestionar la propia
identidad: “Bajo una toga / estoy yo / queriendo ser yo” (Selfie de lunes de septiembre); “Como si para la “verdad” de unas
ideas / fuera imprescindible ahogarme con los ahogados/…/ Ser un “nadie”
sentado en un banco con “los nadie” / como si escribir buenos poemas / no fuera
cuestión de ser / aún el niño que yo era” (Visiones
etílicas). Una confrontación que puede alcanzar momentos de tensión (“Ya no
hay quien evite el tsunami de la mezcla / del mismo whisky con los mismos recuerdos”, Visiones etílicas 2) y de calma (“Miro las olas romper, /
lentamente respiro, / todo está por silenciar”, Cuando seas mayor no lo entenderás).
Muebles de exterior, en cambio, está
totalmente centrado en la poesía comprometida, por ejemplo, en denunciar la
violencia estructural contra la mujer (En
este poema la culpa de todo la tiene la mujer o “Los varones dominaron el mundo, / los consejos de administración,
/ las conversaciones de sobremesa, / los datos. /…/ Abrigándonos en mitad de
una vida / que huele demasiado a soledad” (Patriarcado).
Especial hincapié se hace en los peligros de la dependencia económica y el
consumismo: “No perdemos la libertad ahora. // La libertad se perdió / con la
última hipoteca / del último mileurista”, Odisea
2016), “Que mi inseguridad y mis miedos vuelen con mis compras de hoy” (Oración de Black Friday); “Siempre público guapo y con dinero / siempre
el oro para Nike y Coca-cola” (Olimpiadas);
“Si buscas el sentido de tu vida, / acércate a Carrefour” (Existencialismo y grandes superficies); “Se fue la luz. //
Silencio. / “Es que no haya luz en Mediamark”, / dijo un reino // “Entonces la
cosa / sí debe ser gorda”, / contestaron los demás / desde la noche” (El apagón). Conectando con esta denuncia están las que
atañen a la ideología que lo sustenta (“Papá,
¿Qué es el liberalismo económico?”) y (El
librepensador) sobre los equidistantes: “construía un invisible escudo de
palabras”.
El recurso a
la ironía es casi un signo de derrota: “Cuando accionan la llave de la culpa /
en una sociedad aterrada, / una finísima lluvia ácida / humedece los tejados /
de pueblos y ciudades /…/ Se ha perdido la batalla. / Menos mal que ganamos el
Mundial de fútbol” (La llave de la culpa);
“Cada vez que un liberal / pronuncia la palabra / emprendedor, / en algún lugar
/ muere una golondrina” [“Emprendedor”
(El juguete liberal)]; “Todo estará perdido, / entonces: / como el diente
de mi hijo, / en mitad de la montaña” (El
diente de mi hijo). Pero no de resignación: “La voz del luchador / no se
siega con una guadaña” (La voz del
luchador). De hecho, es la rebeldía y el combate una parte importante de la
poética de Antonio Revert: “«Lo más importante son las formas»,
le dijeron /…/ No se quejó cuando le despidieron / con muy buenas formas. //
Con muy buenas formas / el banco le echó de su casa / y él permaneció en
silencio. // Cuando murió, / nadie supo dar un discurso” (Las formas y el fondo); “Es
cosa de ciertos poetas / volver la espalda a una cacerola / altivamente” (Dios anda entre pucheros). O,
especialmente, en el homenaje A Marcos
Ana (Yo hablaré por ti):
“Descansa, compañero; / mañana yo hablaré por ti”. Referencia que conecta con
la memoria histórica (Machado, Miguel
Hernández y Lorca van al ministerio): “Después se abrazaron y volvieron al
exilio, / a la cárcel, / a la cuneta, // a la derrota”.
“Hay un niño junto a mí,
los dos decimos “qué pena”.
Yo diría «qué asco de mundo».
Pero no lo digo,
por respetar sus pasos
incipientes.
Tiene derecho a labrarse
su propia desesperanza” (Subsistencia)
Mobiliario básico es una
colección de poemas combativos, con la propia memoria, con la herencia que
arrastramos y que trasladamos, con el compromiso y con el desencanto del mundo, poesía porque “La
muerte de una paloma / es solo una muerte más” (Palomas, piscinas y daños colaterales).
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