martes, 7 de julio de 2020

Reseña de Ángel Ballesteros Gallardo: ‘En este tiempo oscuro’. Talavera de la Reina, marzo y abril del 2020, meses de confinamiento. Edición no venal.



Ángel Ballesteros me hace llegar un ejemplar del poemario escrito durante el confinamiento. Una experiencia que marca por lo inusual y por cómo nos ha afectado en todos los ámbitos de la vida, ha cerrado nuestra cotidianeidad y ha establecido rutinas nuevas, emociones muy intensas y en muchos sentidos nos ha podido abrir los ojos a las rutinas que no pudimos continuar.  Dice Hilario Barrero en el inicio del volumen que es un “libro-diario poético para el recuerdo”, un “libro minimalista, así, desnudo de imágenes “barrocas” y metáforas chispeantes”. Barroco en el sentido de estrafalario, pero sí que lo es en cierto sentido conceptualista: “Detrás de cada paso surge la duda, / duda que duda cuál será la siguiente”. Barroco como la mística recurre al barroquismo para burlar la razón.
El volumen combina poemas y fotografías, un dato más para la consideración de documento que tiene este proyecto que, como Antonio Machado, es poesía en el tiempo, nunca mejor dicho. La “triste monotonía” se recompone a través de poemas en los que el paisaje cobra protagonismo, especialmente por su ausencia: “distinto no es salir / por no querer / que el estar atrapado”. Ángel Ballesteros se arma de fe y esperanza, “Pero vendrá la aurora / –dulce esperanza– / y ordenará las cosas”; “Florecen los balcones, / oles y palmas / se lo merecen muchos”… Fueron nuevos rituales que nos cobijaron en un mundo hostil: “A solas con mi medo / busco la luz / y solo encuentro sombra”. La relación que tuvimos con el exterior tuvo mucho que ver con los medios, con la televisión, las redes: “La prensa comunica / con frialdad / aquellos que se fueron”; “Así sabré que todo / está en su sitio, / (y la Tele de fondo)”.
La versión está impregnada de existencialismo, de sentimiento de trascendencia aun en los detalles: “Tenemos tantos pliegues / acumulados, / arrugas y suspiros // que el tiempo ha moldeado / dentro de mí / como si fuera barro. // Y sin embargo es vida / llamamos años, / que fue gozo, fue llanto”. Tiene razón al decir que “Porque sentir ahora es otra cosa”. Una sombra de angustia cercana, de miedo incluso es superada por el poeta: “Tal vez la muerte sea / –página en blanco– / cúmulo de silencios”.
El paisaje continúa, somos nosotros los atribulados, los que tenemos miedo: “Sorprende en el cielo / –pájaro y vuelo– / que el verano se acerca”. Pretendiéramos si acaso continuar las viejas rutinas (“No es como ayer / la historia que vivimos, / el rumbo es nuevo”), pero no pudimos, ni incluso las nuevas (“En la ciudad dormida / –aunque con sol– / no salgas al balcón”.  Puede parecer un contrasentido que se rompan las rutinas y que el resultado sea la monotonía: “Desde la ventana / paisaje repetido, / monotonía”;  “Suena la campaña / bella monotonía / surge la luz”.
Un ejemplo muy elocuente es el momento temporal de la Semana Santa, que el poeta añora con una mística desolada: “Semana Santa oculta, / Cristo sin pasos, / llama escondida el rezo”; “Es Domingo de Ramos / –no estreno nada– / calle triste y callada”. Sin embargo, encara el futuro, el inmediato y el más alejado con fe: “Brota el deseo / de que sea este tiempo / hoy como ayer”; “En el balcón la rosa / pone colores, / una nube que pasa”; “Con ritmo y cantos / para que el tiempo pase, / poder mirarnos”. No significa que en estos versos no habite la tristeza, hay mucha pesadumbre entre las páginas, como no podía ser de otra forma: “Triste el regreso, / he salido a la calle / y no te veo”; “Igual que ayer, / pensamos que seremos, / equivocados”; “Quédate en casa, / cerrado todo, todo, / ¿a dónde ir?”
Encontramos referencias a Santa Teresa o a Bécquer. Se maneja con maestría en los poemas pequeños, con versos de arte menor, con amor a los detalles, salvo Fuera de juego, donde hay otros poemas más largos, sin la sucesión de pequeñas estrofas. el juego de enfocar lo menudo, lo más pequeño, al estilo de Santa Teresa, “Color y aroma, / en el jarrón la rosa / habla de vida”; “Golpe seco, / plato roto, / rompe la calma. / Libro abierto, / busco voces / con esperanza” le alcanza una cualidad sensorial para luego ascender a un plano más trascendente: “Sois vosotros, no yo. / Yo siempre roca que olvidó el cincel de tallarme violeta / Según es nuestra sed / es nuestro sueño”
“No ha malgastado el tiempo
el instante ya piedra.
Me sigue y me persigue
y aún prosigue sonando,
sirena de deseo
que alarman mis latidos
aquel instante nuestro.”
Un poemario, en suma, doliente y esperanzado, con la sensibilidad y el oficio de transmitir en palabras momentos que hemos, que todavía estamos, soportando, que no son sino una destilación de la vida, que siempre fue amenazante:
“Y solo sombras
en todos los relojes
que llamo vida.”

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